lunes, 24 de septiembre de 2007

Red

"No es bueno que el hombre esté solo... -pensó el Creador-, y consintió que se inventara la Red". La ingeniosa frasecita llegó a mi ordenador por teléfono y se la debo a una profesor amigo. Llevaba años sin hablar con él. Por casualidad encontré su dirección electrónica en la convocatoria de un Congreso de Semiótica. El esfuerzo para mandar un mensaje vía modem es mínimo, la velocidad máxima, el precio ridículo.

Cada vez que los hombres hemos puesto a funcionar un nuevo medio de comunicación se han transformado:

Primero, las relaciones humanas, los símbolos o cosas con las que se piensa. Segundo, más imperceptiblemente y a largo plazo, los modos de pensar. Y, por último, los mismos objetos sobre los que se piensa: la estructura de los intereses.

Acabamos pareciéndonos al Frankenstein que hemos creado. Sucedió con la prensa de Gütemberg; ella sola amplió el radio de la cultura intelectual y creó en pocos años una comunidad científica internacional, mejorando el rigor de la comunicación y ampliándola a un público creciente. Todos somos un poco como los hombres-libro de aquella famosa distopía futurista.

La escritura fenicia, origen de la nuestra, disoció el pensamiento de las imágenes. La imprenta reforzó la distancia entre la mente y el cuerpo, separó el mensaje del mensajero y creó un mundo de pensamiento abstracto. Es probable que la capacidad social de leer y escribir hiciese imprescindible el desarrollo del pudor y del autocontrol como mecanismos morales mediante los que se controla el cuerpo mientras la mente trabaja. La Reforma santificó el Libro. Los símbolos unen a la vez que espiritualizan a los humanos.

El libro de bolsillo puso en comunicación a seres humanos distantes, pero también enriqueció el ámbito de su privacidad, adensó la soledad, favoreciendo el desarrollo independiente de personalidades diferenciadas. También accedo a una ancha red universal cuando abro un libro, dialogo con los vivos, miro dentro y fuera, a través de la inteligencia de los muertos, atrapado en el lenguaje como una araña en su tela.

El pensamiento se ha ido alejando progresivamente de la acción y del gesto físico. La comunicación depende cada vez menos de la presencia sensible de los objetos. Los ordenadores están imponiendo al lenguaje una tercera, una cuarta, una quinta articulación... Alejan cada vez más el lenguaje de los objetos tangibles mediante sucesivas encodificaciones. El mensaje se ha hecho luz y viaja a través de las ondas electrónicas. Internet, la cada vez más "Magna Malla Mundial (World Wide Web, 'Telia Totus Terrae') es un medio más de comunicación, en competencia con los otros, que habrán de reajustar sus funciones. Si la tele no acabó con la radio, MMM no acabará con el libro.

Como una inmensa videoteca o un original mercado, Internet es visitada por personas con propósitos especializados, como las bibliotecas y hemerotecas actuales o las librerías de viejo, o por onanistas aburridos, frustrados o solitarios... Las previsiones de crecimiento se han disparado porque las posibilidades del nuevo medio de interacción simbólica son extraordinarias. Imponen una nueva interpretación y ordenación del tiempo y del espacio (cuando no la disolución de este último): Internet es una nueva comunidad de comunicación interactiva, en la que uno puede decidir, más selectivamente que en los medios tradicionales, el universo o la ciudad virtual en que se mueve sin moverse, en que ama sin tocar pelo.

Por el momento, tiene el encanto de una sociedad en ciernes, una comunidad bastante ácrata, aunque dominada por expertos y administrada en parte por máquinas. Navegar por la red es como circular por las biocorrientes de un cerebro. Una mente como una agrupación de neuronas o de iniciados, que genera por sí misma ciertas formas de solidaridad... de complicidad sináptica.

No todo está en la Red, pero sí mucho, virtual o desvirtuado. Por ejemplo... dejar un comentario a esta entrada del D.S. con sus objeciones, o sus felicitaciones (si cabe).

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