miércoles, 13 de octubre de 2021

PALINGENESIA

 


πάλιν significa otra vez, y γένεσις origen, nacimiento. El término y el concepto de palingenesia se usa análogamente en diversas ciencias como la filosofía, la teología, la historia del derecho o la biología, para significar el renacimiento o regeneración de una entidad, inerte o viva, tras su muerte real o aparente. 

Se ha empleado también el término como sinónimo del eterno retorno y, más particularmente, el retorno o reencarnación de las almas.

En su Tertulia de boticas prodigiosas refiere Cunqueiro a la Palingenesia como ciencia secreta bien conocida por los monjes viajeros y predicadores de Irlanda, Isla Esmeralda, que manejaban antiquísimos manuscritos, aún escritos en jeroglíficos, que también conoció el sabio jesuita Atanasio Kircher, que habló de ellos en el libro XII de su Mundus subterraneus

Allí, la palingenesia significa nueva vida o resurrección de las plantas. También Paracelso, en el libro VI de Sobre la naturaleza, describe prácticas palingenésicas. En 1660 el caballero Digby hizo crecer ortigas quemadas y se cuenta de un tal Claves francés que hizo resucitar un gorrión de sus cenizas.

Bella y bestia. Mosca y ranúnculo, 9 mayo 2009.

Luciano de Samosata afirmó irónicamente que el alma de la mosca es inmortal: “Cuando muere una mosca, resucita si se la cubre de ceniza, operándose en ella una palingenesia y segunda vida desde un principio, de modo que todos pueden quedar completamente convencidos de que su alma es inmortal”. Reprocha a Platón el haber olvidado ese dato en su tratado acerca del alma y su inmortalidad, y remite para ello a una información entregada por Eliano, Hist. animal II, 29.

En efecto, Claudio Eliano, gramático y naturalista fantasioso escribió una receta para resucitar a las moscas que se ahogan, uno no sabe si porque tuvieron calor o por intrepidez temeraria, una vez en el agua ya no saben levantar el vuelo. El interesado en resucitar a las moscas ahogadas habrá de sacar el cadáver, esparcirá ceniza sobre él y lo expondrá a los rayos del sol. Entonces, "la mosca resucita". No entra Eliano a discutir la utilidad de semejante práctica. "Pertinaces", las llamó Machado. Y es cierto que a veces no basta un solo golpe para exterminarlas.

martes, 23 de febrero de 2021

HORROR

 

"Pobre bestia", JBL, 1990. Acuarela y tinta sobre papel cuché.


Al horror lo define Marina como un miedo muy intenso producido por una catástrofe o por algo terrible o cruel, que puede no representar un peligro para el sujeto. Y no lo representa el horror ficticio de las películas o las series. Próximo a la repugnancia o al asco, el horror, al contrario que otras formas de miedo como el espanto, impide huir y parece anular la opción de luchar, pues no queremos tocar ni forcejear con algo asqueroso.

Nos eriza el pelo; nos paraliza. Nos horroriza por naturaleza lo extraño. El prestigioso etólogo y etnólogo austríaco Eibl-Eibelfeld comprobó la existencia de xenofobia infantil en todas las culturas investigadas. De manera que sólo la educación o la habituación pueden controlar, sublimar o neutralizar, el horror que nos causa lo extraño incontrolable o prodigioso; si el sentimiento de asco u horror no puede extirparse, al menos sí su manifestación pública. Sin embargo, lo común es incluso que se use esta emoción como instrumento pedagógico. Es corriente, por ejemplo, que una madre yanomami diga a uno de sus hijos que un extranjero se lo va a llevar si sigue lloriqueando. Es el mismo horror que nos causaba "el hombre del saco" o "la bruja del mediodía" con que nos amenazaban nuestros padres.

Como siempre, el efecto en nosotros de lo extraño o de lo bizarro puede ser ambiguo, lo que nos horroriza puede también despertar nuestra atracción y curiosidad y, desde luego, nos excita. Y es evidente que la juventud tiene una necesidad tónica de excitantes y, la nuestra, tan narcisista, unida a su incapacidad manifiesta para la admiración, que sería un sentimiento contrario al horror, parece adorar lo estéticamente horroroso. No de otra manera puede explicarse el éxito del underground zombi, que puede estudiarse como una subcultura artística contemporánea.

El horror nos atrae más de lo que estamos dispuestos a admitir. Hitchcock reveló su secreto: rodar las escenas de amor como asesinatos y los asesinatos como escenas de amor; sexo y peligro, horror y excitación son inseparables. Nadie pagaría un billete para el tren de la bruja si esto no fuera cierto. Lo que no sabemos bien es por qué en el cine resulta más respetable en general asustarnos, espantarnos y horrorizarnos, que excitarnos con picardías, pacífica y eróticamente.