martes, 8 de marzo de 2011

Crueldad


José Antonio Marina no incluye la crueldad en su Diccionario de sentimientos. ¿No es la crueldad una respuesta emocional?, ¿o es un vicio?, ¿y una patología?, ¿clínica o moral?

Puede que la crueldad, más que un sentimiento, sea -como dice el Larousse- un deleite: la sevicia del que se deleita haciendo sufrir o contemplando el sufrimiento ajeno. Figuradamente, "cruel" es también lo insufrible o excesivo, como un dolor inmerecido (casi todos lo son) o una humillación insoportable. Cruel es la tortura. Pero, aunque no nos guste, el humano es también "el animal torturador".

En la terminología del derecho, se entiende por "sevicia" una "crueldad excesiva". Y es curioso el empleo de este adjetivo, "excesiva", ¡cómo si hubiese alguna crueldad tolerable o un grado aceptable jurídicamente de crueldad! El derecho romano, mucho más práctico que el ideal griego de la justicia, contempla la sevicia asociada a los malos tratos que inflige un superior, alguien que "tiene potestad o autoridad legítima", a un subordinado. En el derecho tradicional las sevicias podían ser motivo de divorcio -siempre que fuesen graves y pusiesen en peligro la vida o salud del cónyuge-, y los tribunales podían suprimir en esos casos el derecho de patria potestad. Por supuesto, sería el varón el que más corrientemente incurriría en sevicias, contra la mujer o la prole...


La capacidad humana para la crueldad no suele añadirse a la lista de propiedades de nuestra especie en los manuales de antropología, pero es constatable como un hecho en todas las épocas, en todos los sexos y géneros, en todas las culturas y en todas las edades; así que parece una disposición tan genuina como universal. Resulta por lo tanto difícil negar que esa predisposición -reprensible y reprimible éticamente- sea innata. Somos una especie cruel, incluso consigo misma, ¡tipos duros!

Por otra parte, y si bien el fabulario suele atribuir esta aptitud a ciertas especies: la serpiente, el lobo, la comadreja, el escorpión, la mantis..., es verosímil pensar que dicha atribución no pasa de ser un antropomorfismo mitológico. La hembra de la mantis -cuya jeta sirve de metáfora de la crueldad e ilustración en esta entrada- sólo en ocasiones excepcionales devora al macho mientras copula, o después de copular con él. Los animales, por supuesto, en su lucha por sobrevivir y reproducirse, se comen unos a otros y se causan heridas y males. Pero se trata de un hecho funcional, utilitario, o se trata del resultado de un perverso adiestramiento humano. Las peleas entre machos, en la naturaleza, no son como en las peleas de gallos, suelen ser más alardes y demostraciones de poderío físico, que verdaderas luchas cruentas, o a muerte. El vencedor siempre tiene un último gesto de benevolencia con el vencido, por lo menos le deja marchar lamiéndose sus heridas o con el rabo entre las piernas... No se ceba en el dolor y la humillación del vencido. No creo que ningún animal, salvo el que nosotros hemos técnicamente pervertido, se goce gratuitamente con el sufrimiento de otro. Ningún animal, sólo nosotros, ha convertido el sufrimiento en espectáculo.

Me entero por la Wikipedia de que la American Psychiatric Association considera a la crueldad un signo de disturbio psicológico; en tal caso: ¡a nuestra especie en general le faltaría un tornillo! ¡Buen argumento agustinista, luterano: la crueldad sería un signo de la mácula original, un efecto del pecado original! Y Jesús nos redimiría de la crueldad, nos mandaría evitar ser crueles, incluso con el enemigo, y eso en medio de una cultura militarista tan cruel como la romana. Y por eso el Cristo habría muerto por nosotros en uno de los intrumentos de tortura más crueles ideados por el ser humano. ¿No será la crueldad, más incluso que la soberbia, nuestro pecado capital, nuestro vicio más feo?

No hay que estar loco para deleitarse cruelmente, o al menos, con pequeñas crueldades: ¿quién no se ha reído alguna vez con los tortazos y las caídas que se propinan o sufren los protagonistas del cine mudo, o sonoro, o los payasos del circo?, ¿quién no disfruta con la caída de un ídolo mediático, cuya  fama se vuelve de un día para otro infamia y deshonra?

Nos parece insuficiente que quien ha actuado injustamente no sufra cruelmente por ello, y nos deleita ver padecer al malo, al asesino, y sólo llegamos a sádicos cuando vemos también a la virtud torturada, a la inocencia "jodida". ¿Cuál será el motivo -se preguntaba Diderot- de que el populacho se amontone para asistir a las ejecuciones públicas? Diderot era optimista: pensaba que más que la crueldad, el motivo era la satisfacción de poder contar luego en su barrio el horror que había presenciado, en vivo y en directo. "¡Yo vi cómo su noble cabeza rodaba por el suelo, separada de su cuello! Pobre María Antonieta". Piedad hipócrita. Resentimiento satisfecho.

La venganza cumplida es placer de dioses. La patología sadomasoquista sólo es la exageración de una tendencia general, la punta de un iceberg. Quien convive diariamente con niños y adolescentes se naturaliza con la crueldad aunque ande -muy naturalmente también- prohibiéndola, sancionándola y reprimiéndola. No hay prohibición que no afecte a algún deseo irrefrenable, a alguna propensión profunda de nuestra naturaleza.

Contemplar la humillación de otros tal vez pueda hacernos sentir superiores, aliviarnos de una frustración, desahogar en nosotros la tensión que genera un complejo emotivo secreto..., y todo eso halaga nuestro amor propio.

Los medios masivos de comunicación, incluida Internet, pueden ampliar el radio multitudinario de la crueldad. La ejecución, la humillación, puede ser ahora contemplada por millones... Este fue el caso de la famosa foto de las hijas de Zapatero, que algunos se apresuraron a fotoshopear para su solaz cruel, ¿pensando en la vergüenza o humillación de los padres? Tal vez, no lo sé. Es significativo antropológicamente que sean millones quienes disfrutan no sólo con la caída de un poderoso, sino también con la humillación de una pobre tartamuda, con la impotencia de un niño gordo, con la timidez de una niña...

¿Es la crueldad hija de la cobardía? -como afirmaba el barón de Montesquieu-, ¿o es hija de la curiosidad? -como insinúa Erich Fromm: "la crueldad está motivada por algo más profundo: el deseo de conocer el secreto de las cosas y de la vida". Matamos o mutilamos al bicho, o rompemos el juguete, para ver qué pasa o qué llevan dentro. Contemplar la desnudez de otros, sus funciones íntimas, sin que lo sepan, puede ser una forma sofisticada, voyeurista, de crueldad.
Uno puede aborrecer la crueldad -como Nabokov- y divertirse al mismo tiempo cazando mariposas, para luego rematarlas vivas en un baño de alcohol y atravesarles la cintura con alfileres de entomólogo. ¿No tendrá también la ciencia un raíz cruel? ¿No destruimos la magia de la naturaleza cuando la descomponemos para analizarla?

¿Ejercicios cínicos, estos del conocimiento, que envuelven un insuperable deseo de dominación?
Parece de todas formas exagerada la afirmación de Sade, de que la crueldad, más que un vicio, sea el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza. Desde luego, hay algo genuino, vetusto, arcaico y poderoso, ¡instintivo!, en la crueldad. Hay mucho sadismo en la exaltación nietzscheana de los instintos y la voluntad de poderío (der Wille zur Macht), mucha voluntad de dominio en la crueldad, una de cuyas especies más arcaicas es la hoy llamada "violencia de género". Por eso es Nietzsche un genio del sarcasmo, que es la especie cruel de la ironía. Seamos de todos modos clementes con quien usó la crueldad sobre todo consigo mismo, con quien -como dice Machado- se sacó las tripas -socráticas y cristianas- para tirárselas a sí mismo a la cara.

Un dios cruel no es sólo una proyección antropomórfica. La idea de Dios crea también en nosotros. Las ideas producen consecuencias prácticas. Creer en un Dios cruel hace cruel al creyente.

Crueldad y Envidia -incluso Envidia de Dios- son por lo menos hermanas de leche. Una horrorosa mestiza les sirvió de tata: Estupidez Despiadada, quien le enseñó a gozar de una relación casi incestuosa, a esa madama pertinaz, la Señora Crueldad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola, Chicos, Me gusta mucho su sitio. Excelente contenido. Por favor, continúe publicar contenido tan profunda.