lunes, 10 de abril de 2023

MUERMO

 



Distinguía Helijondo entre un aburrimiento de lluvia y otro de sol. El de lluvia conduce a estados somnolientos, lánguidos; el de sol, enerva, exaspera. El muermo de alcohol, que acompaña a la resaca, se parece al tedio de sol; el de la yerba y drogas afines al tedio de lluvia. Las drogas, después de la euforia, aburren y consumen. Como todo.

Tampoco es lo mismo el fastidio del campo que el esplín de ciudad. El del campo no pincha. Podríamos decir que el tedio al aire libre, paradójicamente, embrutece menos. En una estación de ferrocarril, en un aeropuerto, en un gran hotel, el aburrimiento puede incluso enfurecer cuando acompaña a la frustración de enterarse que no se puede llegar a ninguna parte, y sobre todo al darse cuenta de ello.

La inactividad amuerma a quien se gana la vida con actividades físicas o absorbentes. Para el que ama su oficio o sus negocios, la vacación puede ser un pozo sin fondo. 

Hay gente que frecuenta los cafés y los bares para aburrirse o aburrir a otros. Aburrirse -no se crea otra cosa- es de por sí un lujo que acompaña a la sociedad del bienestar y propio de los ricos más inútiles. Es raro que los pobres se aburran. No pueden. 

Para combatir el aburrimiento, los caballeros ingleses inventaron el sport, que luego ha devenido fiebre universal, higiénica manía y espectáculo de masas, además de fantástica ocasión para comprar y vender lo no necesario.

También cabe que el aburrimiento sea para una persona muy ocupada algo dulce, como una droga o un analgésico que se consume ocasionalmente, como una cura de sueño (también hay sueños aburridísimos). 

La gente joven suele aburrirse con más facilidad que los viejos, y soporta los parones y el muermo de la vida mucho peor. Es natural, porque para los viejos "el tiempo se precipita / como una piedra en su caída / ganando velocidad", como cantó el poeta un tanto prosaicamente, es decir con sabiduría de viejo que no conoce en persona el aburrimiento, es decir que sigue amando. 

En realidad a los viejos no les queda tiempo ya ni siquiera para aburrirse; le temen al tiempo porque los mata; así que ellos ya no intentan matar el tiempo como hacen muchos jóvenes. Son víctimas más que verdugos de ese orden de la sucesión que no sabemos qué es ni por qué ni para qué existe. Sólo que su río nos arrastra y ahoga.

Puede que Baroja tuviera razón al decir que a partir de los treinta el aburrimiento ya no angustia. Yo diría que hoy más bien eso sucede a los cuarenta o a los cincuenta, porque en general envejecemos más tarde y mejor. Para el autor de LAS HORAS SOLITARIAS, el aburrimiento es "la tristeza de las fuerzas no empleadas". Yo diría más bien que es el fastidio o el muermo de las fuerzas e ilusiones consumidas.

Para saber más sobre el aburrimiento, la desidia y sus motivaciones humanas..., 

cfr. "El mal sin forma"

sábado, 8 de abril de 2023

RENCOR



Mauricio se preguntaba por la raíz del resentimiento, esa extraña soberbia que es como el envés del orgullo. Cuando el resentido clama justicia puede que lo que le reproche a Dios, al destino, a la historia, al gobierno o al prójimo sea que no se han mostrado injustos con él, que no han arrimado la sardina a su ascua, que no le han prestado favores que cree merecer, a veces porque sí, porque está en su derecho a obtener lo que desea.

El resentido suele creer que tiene mala suerte y entonces es rencor metafísico, como si lamentara el haber nacido: una queja cósmica. Son ayes por que no se nos ha otorgado lo caprichoso, lo arbitrario, por que no se ha satisfecho nuestro deseo de lo necesario o de lo superfluo.

Segismundo sabía que no queremos sólo lo que merecemos, sino también lo que no merecemos. En muchos tipos que lo han tenido casi todo y no han tenido que dar un palo al agua, la indignación resulta ridícula.

En general, pedir favores es vergonzoso, pero lo que suele reclamar el rencoroso es el favor que otros obtienen merecida o inmerecidamente. Es posible que en las cosas graves o en las situaciones serias, en el amor o en la religión, no pidamos justicia, sino favor, es decir, privilegios.