domingo, 31 de julio de 2016

FILOSOFÍA PERENNE


La expresión Philosophia Perennis fue acuñada por Leibniz, o por Leibnicio, según se escribía en español apellido de este gran filósofo cuando los españoles aún teníamos el coraje de apropiarnos la circunstancia, quiero decir de hispanizar lo ajeno, en vez de vendernos por un puñado de dólares, como cualquier colipoterra al Imperio de la Hamburguesa con dioxinas, al sheriff bravucón y pendenciero que lo resuelve todo a mamporros, igual que ese trozo de carne con ojos, Rambo, ¡ese modelo de sutileza y amabilidad!... Ahora consentimos incluso en mandar a las revistas especializadas (aunque sean hispanas) un resumen en inglés (“abstract”), esa bárbara lengua del Imperio de la Cocacola con fungicidas..., un extracto in English para estar a tono en la koiné global. ¡Cómo si los dioses pudieran mascullar algo en inglés! Cuando es evidente que, si los inmortales tuvieran que hablar para entenderse, lo harían en la lengua de Juan de la Cruz, Teresa de Jesús y Miguel de Molinos. Ya lo insinuó un rumano blasfemo pero fervoroso llamado Ciorán: si Dios fuera un cíclope, miraría el mundo por el ojo de España. Si no es la lengua de Cervantes la que utilizan los dioses, hablan sanscrito o el griego ático del divino ateniense, pero no una lengua germánica. Con buen criterio, cuando Mozart quiso un libreto para su ópera Don Giovanni contrató a un italiano. El francés por lo menos sirve para buscar lo divino en los alrededores de la almohada, pero eso es otra historia...

Pero la cosa de la Filosofía Perenne es también otra de esa arqueología del saber o esa deconstrucción que se practica en las facultades. Se trata de:

a) una Metafísica que reconoce una Divina Realidad en el mundo de las cosas, vidas y mentes;

b) una  Psicología que encuentra en el alma y el espíritu humanos algo afín a la Divina Realidad, o aun indéntico con Ella; y

c) una Ética que pone la última finalidad del hombre en el conocimiento de la Base inmanente y trascendente de todo ser, el asunto de la Philosophia Perennis es inmemorial y universal.


Aldous Huxley -sí, el famoso autor de Un Mundo Feliz, irónico título de profética novela- pudo hacer una antología espléndida de La Filosofía Perenne que apenas debe algo a los “filósofos de profesión”. La razón es que lo que sabemos, en el sentido de la sabiduría y no del mero conocimiento, depende sobre todo de lo que como seres morales hemos pretendido hacer de nosotros mismos. Siendo así, el Factor Común de la Realidad no se deja captar sino por aquellos que han decidido cumplir ciertas condiciones y, mediante una cierta ascesis, han conseguido el principal desprendimiento, haciéndose amantes, puros de corazón y pobres de espíritu (humildes). 

Escribe Huxley:

“Sólo haciendo experimentos físicos podemos descubrir la naturaleza íntima de la materia y su poder latente. Y sólo haciendo experimentos psicológicos y morales, podemos descubrir la naturaleza íntima del espíritu y su poder latente”.

“Santos”, “profetas”, “sabios” o “iluminados” han conocido de primera mano dicho Factor Común; para ellos, como para el Sutra Diamante, la Verdad, en el sentido de Realidad, no puede ser partida en trozos y dispuesta en sistema. Las palabras sólo pueden usarse como figura retórica. Se trata principalmente -como manda el Tercer Patriarca del Zen o nos recomienda Séneca- de permanecer sereno en la unidad de las cosas, de no dejarse despistar por el vano ruido de las opiniones y la vana fantasmagoría de las apariencias...

Paisaje noruego. F.: J. Biedma L.
Como el Pseudo-Dionisio Areopagita, también nosotros deseamos ardientemente morar en esa traslúcida tiniebla y, por medio de no ver ni conocer, mirar a Aquel que está más allá de la visión y el conocimiento y, mediante el abandono de todas las cosas sin valor, de todas las chucherías emponzoñadas de los mercados, de todas las ilusiones engañosas de las pantallas, de todo el cutrelux que ha caído sobre nosotros como una cadena, alabar a Aquel que está más allá y por encima de todas las cosas. 

Desprendiéndose, con sólo quitar lo que nos estorba, la Forma Latente revelará su oculta y secreta belleza.


domingo, 3 de abril de 2016

SOÑAR

"¿Qué es uno? ¿Qué no es uno?
Sueño de una sombra,
el hombre"

Píndaro


Uso el infinitivo "soñar" en lugar del sustantivo "sueño" porque este es ambiguo. Decimos en español "he tenido un sueño" y "tengo sueño" para referirnos a cosas distintas. Los franceses distinguen entre sueño como representación onírica, rêve, y el hecho de tener sueño, avoir sommeil, y cuentan con esa otra preciosa palabra, reverie, ensoñación, fantasía, ensimismamiento, que usó Rousseau en el título de uno de sus ensayos. 

Las tres teorías más plausibles sobre por qué soñamos pueden ser sintetizadas en pocas palabras:

  1. Para purificar la mente de deseos o impulsos inconscientes, eróticos o tanáticos (Freud).
  2. Los sueños son advertencias o llamadas de atención que el inconsciente hace a la conciencia y expresan los arquetipos de un alma común y primitiva (Jung)
  3. Los sueños son alcantarillas a través de las cuales nos libramos de la basura de la memoria durante el descanso de la conciencia (Francis Crick).
Dejo de lado la importante función cultural, premonitoria, de inspiración artística o de incubación científica o filosófica que han tenido históricamente los sueños. El lector curioso puede profundizar en ello leyendo el magnífico libro de Jacobo Siruela, El mundo bajo los párpados, que resumo en mi entrada Luz en las tinieblas.

***

Recogeré aquí un asombroso texto de Fernando Pessoa, del Libro del desasosiego (123), aunque en él, el gran escritor, bajo el apócrifo de Bernardo Soares, se refiere más a las criaturas del insomnio, que a las del sueño profundo

Explica el portugués que quien quiera contar con un catálogo de monstruos no tiene más que fotografiar lo que la noche trae a las almas insomnes: son como murciélagos que planean sobre la pasividad del alma o como vampiros que chupan la sangre de la sumisión...

"Son larvas del declive y del desperdicio, sombras que llenan el valle, vestigios que quedan del destino. Unas veces son gusanos, nauseabundos para la propia alma que los alimenta y cría; otras veces son espectros, y rondan siniestramente a nada; otras veces, también, emergen culebras de los antros absurdos de las emociones perdidas.
"Lastre de lo falso, no sirven sino para que no sirvamos. Son dudas del abismo, echadas en el alma, que arrastran arrugas somnolientas y frías. Duran humos, pasan rastros, y no hay más que el haberlo sido en la substancia estéril de haber tenido conciencia de ellos. Uno u otro es como pieza íntima de fuego artificial; chisporrotea un rato entre sueños, y el resto es la inconsciencia de la conciencia con que lo vivimos."

Y, desasosegado, concluye el poeta: 

"Cinta desatada, el alma no existe en sí misma".
¿Estamos hechos de verdad de esa sustancia etérea, la sustancia de los sueños -como dice Hamlet recordando los versos de Píndaro con que encabezo esta entrada? Y si somos sueños, ¿son propios o de Otro? 


τί δε τις; τί δ'οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος 

Πίνδαρος