sábado, 4 de octubre de 2025

APPRIVOISER




 Un Renard apprivoisé

La palabra francesa "apprivoisé", participio de "apprivoiser", deriva del latín vulgar 'apprīvātiāre', que significa "privar", del latín 'prīvō' (despojar, liberar) y del sufijo ad- (hacia), a través del provenzal, que combinaba la idea de separar o despojar de lo salvaje para establecer una conexión de familiaridad. El sentido original de "domar" o "domesticar" se amplía a la construcción de lazos y a la creación de amistad, como se explora en El principito, donde "domesticar" también implica crear lazos y familiarizarse.

No deja de ser paradójico que un despojar (de la animalidad) sea a la vez un liberar (de la ferocidad animal, de la arisca soledad, de la natural indisciplina). Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose; hace personas la cultura, decía Gracián (cito de memoria).

En la popular obra El principito (1943) de Antoine de Saint-Exupéry, el zorro simboliza el valor de la amistad y apprivoiser es sinónimo de "domesticar" y también de "crear lazos", como hemos dicho. El zorro enseña al Principito que para formar vínculos se necesita tiempo y paciencia, y que esto es lo que da sentido a las relaciones y a la vida; son imprescindibles las virtudes de la espera, tan olvidadas. Sin confianza es imposible la esperanza. No se pueden trabar lazos perdurables con base en la desconfianza.

El zorro le explica que para que ambos se entiendan y se necesiten mutuamente, el principito debe "domesticarlo", lo que significa crear un vínculo especial entre ellos. Comprende así que la amistad requiere compromiso y reciprocidad y esto hace que algo pase a ser alguien, que cualquiera llegue a ser alguien único y especial.

La creación de lazos nos hace responsables. El Zorro enseña al principito que "eres responsable para siempre de lo que has domesticado", lo que subraya la importancia de los compromisos y las relaciones significativas en la vida. Con ayuda de la sabiduría zorruna, el protagonista aprende a dar valor a lo verdaderamente importante. 

Por eso pide, como tantas criaturas humanas, que lo apprivoisé, que lo domestique o amaestre en las artes y relaciones de la cotidianidad vital, deseando crear un vínculo único y significativo: una nueva rutina social.



El Zorro le pide al Principito que lo torne apprivoisé en la famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry por varias razones que giran en torno al deseo de crear un vínculo único y significativo, pues para el Zorro todos los principitos son iguales y él es un zorro más, igual a miles de ellos. Apprivoiser es una forma de romper esa monotonía al crear algo nuevo que no existe con nadie más. Es una manera de dejar de ser uno más, un cualqueira, para ser "mi Zorro" y "mi Principito". 

¿Es la domesticación una forma de posesión? Sin duda, tal vez la más humana, que implica compartir pacíficamente espacio y tiempo. El Zorro, una vez domesticado, deja de ser uno más para ser "El zorro del Principito". Es la esencia del proceso comunicativo de socialización... "mi compañera", "mi amigo", "mi esposa", "mis nietos", etc.

Al apprivoiser a alguien, el otro se vuelve importante para uno en un descubrimiento del diferente, al mismo tiempo uno se vuelve importante para el diverso, que podría, sin ese lazo famliar, ser un adverso, un enemigo natural, como lo es el zorro real respecto a la gallina. Mediante este proceso uno puede ver más allá de su propio ombligo el valor de los demás y encontrar sentido en su entorno.

Además, uno sólo puede conocerse con rigor en el espejo de los demás. Kant advertía que la psicología jamás podría ser una ciencia, primero porque no se deja matematizar, pero además, entre otros motivos, porque uno no puede verse bien a sí mismo (no puede objetivarse sin sesgo), porque el flujo temporal de la experiencia interior carece de estabilidad: 
"Jugar a espiarse a uno mismo es invertir el orden natural de los poderes cognitivos. El deseo de investigarse a uno mismo o es ya una enfermedad de la mente (hipocondría) o es una forma de contraerla y terminar en un manicomio".
Debemos limitar el alcance del primer mandamiento délfico, "Conócete a ti mismo", con el imperativo del segundo: "Todo con medida". Y, en cualquier caso, cumplir con el primero nos exige socializar, amigar, salir de nosotros mismos aceptando la domesticación, el amansamiento o amaestramiento que nos sujeta con obligaciones, impone responsabilidades y nos libera de la agresividad natural.

Uno aprecia cosas que antes ni siquiera notaba cuando repara en los gustos, en las manías, en las fobias, en los deseos, en el sonido de las pisadas del otro. Por decirlo metafóricamente, se trata de un "ver con el corazón", pues "lo esencial es invisible a los ojos", mirar con una predisposición emotiva de animal doméstico. 

Al pedirle que lo devenga apprivoisé, el Zorro invita al Principito a ver su verdadera naturaleza, más allá de la de un simple animal, y a crear un lazo emocional que es mucho más valioso que cualquier cosa tangible. No busca su domesticación por necesidad física, sino en relación a un profundo anhelo de conexión. Es un acto de aceptación de la propia vulnerabilidad, que permite a ambos personajes trascender sus vidas solitarias y aprender lo que significa ser verdaderamente importante para Alguien.

Quien no se deja domesticar, evita compromisos y responsabilidades, pero jamás será alguien para nadie.


sábado, 27 de septiembre de 2025

ESPAÑA

 


CAMPO Y HORIZONTE DE SENTIDO

Dice o trina la señorita S / @spacarias en X que España no existía ni como Estado ni como nación antes de 1492 y protesta por las respuestas airadas de "señores" que aprietan los puños. Sin apretar lo puños, sin hacer puñetas ni mandar hacerlas a nadie, le diré a S (Rivas, Madrid) ante todo: ¡que tiene razón! Decir que España no es un Estado moderno antes de la fundación del Estado moderno, que precisamente inician en Europa los Reyes Católicos (cosa de la que se percata el florentino Maquiavelo) es trivial. Y decir que no es una nación también lo es, sobre todo si tenemos en cuenta que el concepto, idea o mito, de "nación" es una creación que emerge de la revolución francesa y del posterior romanticismo, se trata de una creencia romántica, por tanto, es absurdo pensar en un "nacionalismo" español, o catalán o vascón o sardo, o ruso o ucraniano o palestino, anterior al siglo XIX.

Provincias romanas en la época de Augusto

No obstante lo cual, si pides a una IA referencias histórico culturales a la unidad, geográfica, cultural, ideológica, sentimental, mítica, religiosa, de Celtiberia, Iberia, Hispania, Spania Espanna, España o de las Españas, te encontrarás con estos hechos y documentos, fundados en fuentes fiables. Retoco la información que me proporciona en su investigación Gemini (IA), con afán de brevedad y claridad:

La Noción de España como Entidad Nacional antes de 1492 

La pregunta del usuario por los pensares y sentires respecto de la unidad de la península invita a una exploración más profunda y matizada: ¿existía un sentimiento de identidad colectiva que trascendiera las divisiones políticas y geográficas de la Península Ibérica en la Edad Media? ¿Cómo se manifestaba esta idea de "España" en la literatura y la historiografía de la época?
 
El presente informe aborda esta cuestión analizando el concepto de "España" no como un estado-nación, sino como una noción cultural, ideológica y religiosa que evolucionó a lo largo de los siglos. El análisis se centrará en el período que va desde el reino visigodo (siglos VI-VIII) hasta el advenimiento de la Monarquía de los Reyes Católicos (siglo XV), un lapso crucial en la gestación de una conciencia peninsular unificada. Se distinguirá entre el concepto de patria (referente a la tierra natal, una matria), el de regnum (la entidad política del reino) y la idea de una entidad pan-peninsular, a menudo de carácter ideológico o religioso. El informe está estructurado para trazar la evolución de esta noción, comenzando con sus orígenes en la Hispania visigoda, pasando por su desarrollo en el marco de la Reconquista, y concluyendo con su consolidación intelectual y su fragmentación política en la Baja Edad Media.


La Herencia Visigoda y el Nacimiento de la Idea de Mater Spania

El primer gran referente textual que alude a "España" como entidad unificada con carácter casi nacional se encuentra en la era visigoda. Tras la caída del Imperio Romano, la antigua Hispania, una demarcación administrativa que ocupaba la totalidad de la Península Ibérica, se convirtió en el territorio del reino visigodo de Toledo sobre la base de la fusión de la población visigoda con la hispanorromana, un proceso que consolidó una única entidad política y religiosa. Fue en este contexto donde surgió el primer gran promotor de una conciencia peninsular unificada: San Isidoro de Sevilla. En su obra cumbre, la Historia Gothorum, escrita a principios del siglo VII, San Isidoro concibe a la península no solo como una geografía, sino como patria con una identidad propia. Su prólogo, la célebre Laus Spaniae (Elogio de España), es el texto más significativo. En él, San Isidoro eleva a España a la categoría de "Primera Nación de Occidente" y la describe con un lenguaje profundamente poético y orgulloso. Entre sus versos, se lee:
"Eres, oh España, la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en tus príncipes, madre de muchos pueblos. Tú, honra y prez de todo el Orbe; tú, la porción más ilustre del globo".
Este elogio no es una mera descripción lírica de la tierra. San Isidoro utiliza el término "Spania" no sólo en un sentido geográfico, sino también en un sentido político-religioso, celebrando la reciente unificación territorial bajo el rey visigodo Suintila y la unificación de la fe bajo el catolicismo. Al fusionar la herencia romana (el territorio), la monarquía goda (el poder político) y la fe cristiana (la identidad religiosa), San Isidoro crea un mito de origen. Este mito, el de la "madre España" unida y sagrada, se convirtió en el fundamento ideológico que perduraría a lo largo de siglos. Es este ideal de una entidad peninsular unida bajo una fe común el que se convertiría en la base moral y política de los incipientes reinos cristianos del norte tras la invasión musulmana del año 711. 

La Reconquista no se concibe meramente como una guerra por la tierra, sino como un proyecto de restauración de esta "España perdida" de los godos, tal y como lo confirman las crónicas posteriores que señalan cómo la invasión árabe puso en peligro el "sentimiento de la nacionalidad" que se había forjado bajo el reino godo.

Para ilustrar la evolución de este concepto, a continuación se presenta una tabla cronológica que resume los principales hitos textuales y conceptuales del término "España" antes de 1492.

Entre el Elogio de España de San Isidoro (s. VII) y la unificación de los reinos de Castilla y de Aragón con los Reyes Católicos (1469) caben principalmente los siguientes hitos histórico-textuales:
  •  Crónicas asturianas, albeldense y de Alfonso III, de los siglos IX-X (Salus Spaniae, la salvación de España
  •  Cantar del Mío Cid, siglo XII (Patria, Tierra, sentimiento de pertenencia ligado a la tierra natal, Castilla y a la lucha contra el enemigo común). 
  •  Alfonso X Sabio (XIII), Linaia de Imperium. Construcción historiográfica de una narrativa peninsular continua, legitimando la monarquía como heredera del linaje godo.
  • Reyes Católicos (S. XV), Monarquía hispánica (1469), materialización política de un ideal de unidad dinástica y territorial. La Reconquista como proyecto de nación y la idea de la continuidad goda.
Lo cierto es que tras el colapso del reino visigodo, la idea de "España" no desapareció, sino que se transformó en un motor ideológico para los incipientes núcleos de resistencia cristianos. Estos reinos, especialmente el de Asturias, adoptaron una narrativa de continuidad con el pasado godo para legitimarse y justificar su lucha contra el poder musulmán en la península. Las crónicas asturianas, como la Crónica Albeldense y la Crónica de Alfonso III, son fuentes fundamentales de este "proyecto de nación". En ellas, la lucha no es simplemente una serie de campañas militares por territorio, sino una empresa de "restauración" del reino visigodo.

El lema ideológico detrás de este esfuerzo era la Salus Spaniae (la salvación de España), una idea que movilizaba a las élites cristianas con el objetivo final de expulsar a los musulmanes del territorio peninsular. Para lograrlo, los reyes asturianos se presentaron no como meros caudillos locales, sino como los herederos legítimos de la monarquía goda. Este relato, si bien contenía elementos de fabricación histórica, servía para legitimar su expansión territorial y su supremacía sobre los demás reinos peninsulares. Al vincularse con un linaje preexistente y con una misión divina de recuperar una "España" perdida, estos monarcas, como Alfonso III, transformaron una serie de conflictos locales en un proyecto de "restauración nacional", dotando de un propósito colectivo a la lucha y forjando una identidad compartida entre la nobleza y los súbditos. Las crónicas del reino asturiano, en un formato que narra la historia desde Roma, pasando por los visigodos, hasta los reyes asturianos, demuestran esta pretensión de continuidad.

La Escuela de Toledo de Alfonso X el Sabio


La Construcción Literaria e Histórica de una Identidad Pan-Peninsular

La noción de "España" como una entidad colectiva se nutrió no solo de la historiografía, sino también de la literatura. Obras épicas como el Cantar de mio Cid (siglo XII) reflejan un sentido de identidad que, aunque no se etiqueta como "nacional," trasciende el honor puramente feudal. La obra narra el destierro de Rodrigo Díaz de Vivar, un vasallo fiel del rey Alfonso VI, y sus esfuerzos por recuperar su honor y su patrimonio. Si bien la lealtad del Cid al monarca es un valor central y de naturaleza feudal, sus hazañas no son solo una búsqueda de redención personal. Las victorias militares sobre los "moros" no solo le otorgan riqueza, sino que también benefician a su séquito y a la comunidad de vasallos que lo acompañan en el destierro. La epopeya se enraíza en la "tierra" y la "patria", y el héroe se convierte en un símbolo de la perseverancia, la lealtad y la justicia, ideales que se asocian intrínsecamente con la identidad castellana y, por extensión, con la lucha colectiva de la Reconquista.

La visión más erudita y consciente de una identidad peninsular unificada provino del rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII. Su monumental proyecto historiográfico, la Estoria de España, buscó por primera vez compilar toda la historia de la península en una sola narrativa, redactada en lengua vernácula. El prólogo de la obra declara explícitamente la intención del rey de "recopilar los hechos de Espanna" para que los "yspanos" conozcan "su comienzo". La obra no solo narra los hechos desde el origen del mundo, sino que los organiza en una "línea de sucesión en el imperium" 15, legitimando el poder real como la culminación de un linaje histórico ininterrumpido. Al hacer accesible esta historia a un público más amplio mediante el uso del castellano, Alfonso X no solo instruía, sino que también contribuía a crear un sentido de "comunidad imaginada", una identidad compartida a través de un relato común. Su labor de recopilación de fuentes, tanto árabes como latinas, y su traducción por sabios de las tres culturas (judía, musulmana y cristiana) en la Escuela de Traductores de Toledo, demuestran su empeño en unificar no solo el pasado, sino también el presente, bajo una narrativa común.

Mío Cid, de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes


Las Múltiples 'Españas': Del Plural Político a la Unidad Ideológica

A pesar de los poderosos conceptos de unidad forjados en la literatura y la historiografía, la realidad política de la Península Ibérica antes de 1492 era de profunda fragmentación. El territorio estaba dividido en varios reinos cristianos (Castilla, Aragón, Navarra y Portugal) y el reino nazarí de Granada. Cada uno de estos reinos tenía una identidad política y, en algunos casos, cultural, distintiva. Mientras que el reino de Castilla y León se veía a sí mismo como el heredero directo del proyecto visigodo y el motor de la Reconquista, la Corona de Aragón, con su vocación marítima mediterránea y su sistema foral, operaba con una identidad política y económica diferente. La idea de una "España" monolítica y uniforme no se corresponde con la realidad plural de la Edad Media. La coexistencia de las "tres culturas" fue una característica intrínseca de la península, y cada una de ellas tenía su propio término para referirse al territorio: Al-Andalus para los musulmanes y Sefarad para los judíos. Aunque la coexistencia no fue pacífica, la interacción cultural fue innegable, manifestándose en la Escuela de Traductores de Toledo, donde sabios de las tres religiones colaboraron bajo el patrocinio real para transmitir el conocimiento clásico y árabe a Europa. La visión de "España" era, por lo tanto, multifacética y no monolítica. 

La conquista de Granada en 1492 y la subsiguiente expulsión de los judíos marcarían el fin de esta pluralidad y el inicio de un proyecto de unidad de naturaleza diferente y más excluyente, sentando las bases de una identidad nacional más uniforme.




Conclusión: Un Concepto en Vísperas de la Modernidad

A lo largo de la Edad Media, la idea de "España" se gestó y consolidó como un ideal, un mito y un proyecto intelectual, mucho antes de que se materializara como una entidad política unificada. Los textos y las crónicas de la época demuestran que, si bien la nación-estado moderna no existía, el concepto de una entidad peninsular con una historia, un destino y una identidad compartida era un pilar ideológico central para las élites cristianas. Desde la poética Laus Spaniae de San Isidoro en el siglo VII, que fundó un mito de origen a partir de la herencia romana y goda, hasta el proyecto historiográfico de Alfonso X en el siglo XIII, que buscó unificar el pasado en una narrativa continua, la idea de "España" se mantuvo como un ámbito o campo y horizonte de sentido

Las epopeyas como el Cantar de mio Cid reflejaron un sentimiento de pertenencia a una "patria" que trascendía el simple vasallaje feudal. En este contexto, el año 1492 no representa el punto de origen de la nación española, sino la culminación de un largo proceso. La conquista de Granada y la unión dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón, que se habían unido de facto desde el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469, sentaron las bases políticas para la materialización de un ideal que había existido por escrito durante casi un milenio.

La idea de "España" como una entidad cultural e histórica, con una visión de unidad por encima de la fragmentación política, precedió a la entidad política que hoy conocemos, existiendo como una visión, un mito y un proyecto intelectual que, con el tiempo, se haría realidad.

viernes, 11 de abril de 2025

REBELDÍA

 

El diablo de Leonora Carrington, Arcano XV del Tarot

Para Miguel Florián

Llevo a gala el haber sido un adolescente rebelde, aunque creo que lo fui de palabra y gesto, más que de obra u omisión. Protestaba, pero obedecía; renegaba, pero consentía. Es cierto que quise ser un alma de las que buscan desembarazarse de toda atadura familiar, moral, religiosa y hasta patriótica y matriótica; de hecho me desteté con gusto porque no quise deberle nada a nadie, ni siquiera a una madre, ¡qué insensato! Y qué ingratitud.

Sí, idolatré la soberbia del cínico antiguo, su autarquía feroz, su soledad indomable, y hubo un tiempo en que mis pocas pertenencias cupieron en un hatillo. No llegué a ser antisocial, pero coqueteé con el anarquismo, más que con los anarquistas. Me las di de ácrata, hasta que comprendí la necesidad de la autoridad bien entendida y del sentido del orden, implícito en cualquier lógica y necesario para cualquier preservación de la vida: 'Guarda el orden y el orden te guardará a ti' –este acabó siendo mi lema. 

***

Mi amigo el poeta Miguel Florián admira al Ángel anarquista, Luzbel, o Lucifer, el portador de luz, espíritu rebelde que no quiso servir al Padre eterno. Piensa –y en esto no se equivoca– que su pecado fue la soberbia (hybris) y que esto, el creerse Dios e incluso mejor que dios, es el peor de los pecados mortales. Creo que por culpa de la soberbia fuimos expulsados del Paraíso de las bestias. ¿No va la soberbia unida muchas veces al ansia de conocimiento y esta al deseo de dominio? Adán nombró para dominar. Eva fue la primera filósofa. ¿Y quien, sino Dios, es el gran Dominador del universo?

Con motivo, Florián le reconoce al Ángel Caído segura grandeza trágica e indudable belleza gesticulante: non serviam, no serviré. De vez en cuando, Miguel le rinde pleitesía a la estatua de Bellver que luce en el Retiro madrileño. Allí canta, como una oración, algunos de sus versos, verbigracia: "Ángel desnudo, mujer inacabable, / demonio mineral que llevó hasta mis labios / el fruto más sabroso, la delicia / ardiente de su beso".

¡Qué pena que las lustrosas alas arcangélicas de Belial que abrazaban mundos devinieran negros pellejos de vampiro en el Príncipe de las Tinieblas. ¡Al diablo generador de discordias, ni nombrarlo!; el portador de luz devino Satán de los infiernos tenebrosos, rey de las obscenas obscuridades inconscientes, tan irreconocibles. Hoy juega a que pensemos que no existe, que el mal es hijo del trauma, simple carencia o mala educación, pero encarna en muchos que mandan y desgobiernan.

***

Tengo para mí que hay una rebeldía sana y otra mórbida. La saludable es la que se esfuerza por liberarse de aquellas presiones externas e internas que impiden que realicemos nuestra vocación y expresemos en obras nuestro talante aranguniano o tono vital; rebeldía como superación de lo que nos desmoraliza. Esta nos permite renovarnos y avanzar hacia lo nuevo aunque sea desconocido y riesgoso, pues nunca sabremos si la Serpiente miente y el fruto de la Ciencia del Bien y del Mal es alimenticio o tóxico.

Al rebelde valeroso le gusta lo diferente y se aventura explorando lo auténtico. Busca realizarse o autodefinirse pero no sólo mirándose el ombligo, sino en relación a lo histórico, lo natural, lo social, las exigencias de solidaridad, la llamada de la Madre o la solicitud del Padre; atiende a la idea de lo perfecto, bello, bueno, justo, divino... Esta rebeldía suya es despliegue de la platónica virtud cardinal de la justicia, que implica templanza, prudencia y coraje cívico. Es por fuerza de libre arbitrio y firme voluntad, nuestro saludable rebelde, hombre o mujer templados, que anhelan lo mejor pero no desprecian lo que hay. Desean un mundo más justo, pero no son justicieros. Buscan una nueva armonía armonizándose porque son conscientes del desajuste entre el reino del ser y el reino de la gracia, entre la naturaleza de las cosas y el horizonte ineludible del deber ser.

El buen rebelde no rompe ni destruye, sino que (se) reforma decidiendo por cuenta, reflexión y decisión propia, según el principio ilustrado 'sapere aude'. Las respuestas que da al medio, el modo en que se apropia la circunstancia le permiten avanzar en su misión vital sin fastidiar las faenas de otros. No es un arreglamundos, porque es consciente de su menesterosidad; se conforma con mejorar significativamente su entorno. Es un rebelde cotidiano y acaba por no llamar la atención, por pasar desapercibido como un héroe de Epicuro, entretenido en su huerta y biblioteca, también hace amigos.

Por el contrario, el rebelde inarmónico, al que Platón llamaría "díscolo" por su mala leche, se parece demasiado al resentido, al acomplejado. Es inconformista por egóico, tal vez por narcisismo o por imperdonable egoísmo. Ha creado una cárcel o cerco de prejuicios y prevenciones en torno suyo ("Círculo que no se pasa") que lo aísla, y no sale ni en sueños de su disgusto con la realidad. Da igual lo que ocurra, para su complejo psíquico (ese yo que pugna por hacerse con toda su personalidad y que, cuando puede, se las da de "personaje") todo está mal. Este rebelde es nihilista convencido. No hay verdad, todo es mentira. Por lo mismo que él es malicioso, piensa que todo el mundo miente; menos él, claro. Su rebeldía desvaría tal vez en paranoias. 

Puede que a veces, este desconfiado patológico y quejica incorregible se percate de que también hay verdad, bondad y belleza en este mundo, aquí y ahora, pero de inmediato, su complejo le advierte en sofisma recurrente y circular que la gente es mala y el sistema un dechado de vicios. Por eso el mal rebelde, que suele haberse criado en la cima del sistema, es antisistema, lo cual no le impide exigir el beneficio del sistema para él, y para los que comulgan con sus dictámenes, todos los días del año. No contruye respuestas factibles ni pone el hombro para cargar con reformas. Su acción consiste en la queja incesante, en nombre propio y de otros a los que pretende liderar y someter. Como su rebeldía es violenta pero perezosa, prefiere la destrucción a la construcción, porque aquella cansa menos.  

En este rebelde odiador, amargado y descontento, no hay la menor voluntad de encuentro con el que piensa o actúa de otra manera que él mismo. Ni olvida ni perdona. Su rebeldía es despiadada, una máscara de la intolerancia. Es doctrinario y dogmático y, si pudiera, mandaría al disidente de su evangelio bien al gulag, bien al infierno.

viernes, 10 de enero de 2025

ALMA

 



Hace casi veinticinco centurias, ¡ya son años!, Platón de Atenas nos advirtió de las nefastas consecuencias del materialismo: ciudadanos sin alma, deshumanizados, despiadados, desangelados, cínicos y nihilistas, ellos mismos creen que son hijos bastardos de la necesidad natural y del azar, como si al estallar la caja de tipos de una biblioteca pudiera surgir por casualidad el Quijote. Hoy como ayer, “casi todos los humanos, amigo mío, parecen desconocer el alma, cómo ella es y el poder que tiene…”, dejó escrito el Ateniense.

Esa alma es la psique. ‘Psyjé’ (ψυχή), según la pronunciaba y escribía Platón en su griego ático, término que parece haber significado primero mariposa y que puede traducirse también por mente o espíritu (el pneuma de los estoicos, ese “primer o último aliento”). Los pitagóricos atribuían psique a todos animales, también a las plantas pues consideraban el alma principio de vida e indudablemente las plantas son seres vivos como nosotros (en las que por cierto no falta la inteligencia, aunque carezcan de conciencia). Platón sigue a los pitagóricos, para él los materialistas –escribe- “desconocen que también nace el alma entre los seres primarios en los que gobierna capitalmente todo cambio y toda nueva ordenación de ellos”.

¿No será que el alma es anterior al cuerpo mismo? ¿No derivará la naturaleza del arte y de la inteligencia, precisamente, del alma, en lugar de derivar de una obscura y azarosa combinación de genes? Esto podría preguntarse hoy el sublime filósofo (cfr. Leyes 892ab). Esa palabra semi-olvidada, “alma” (mente, psique, espíritu, ánimo…), es definida por Platón como principio vivo de todo movimiento, porque el alma puede moverse y cambiarse y transformarse a sí misma. Es principio incluso de los movimientos del cielo y de todo el universo. En efecto, en su Timeo, Platón define al Cosmos como un ‘Pan empsyjón’, es decir, como un todo animado, o sea un ser con alma o, si usted lector amigo lo prefiere, el mundo es para Platón un inmenso animal viviente (‘anima’ es alma en latín, de donde “animal”). La figura del mundo como un enorme viviente del que formamos parte, como las bacterias forman parte de nuestro sistema digestivo, o como las neuronas viven en nuestro cerebro, sea o no cierta, da vértigo con sólo pensarla.

Hoy hay demasiados que cuidan obsesivamente de sus cuerpos con dietas, ejercicios gimnásticos, suplementos vitamínicos, prótesis, cirugía estética, etc. Y son precisamente los cuerpos lo que sabemos con toda certeza que se han de pudrir y cenizas serán. Esos mismos que rinden culto a sus cuerpos tal vez descuidan al presente sus mentes “parecen desconocer el alma, cómo ella es y el poder que tiene”… Temperamentos, caracteres, voliciones, razonamientos, opiniones verdaderas, prevenciones y recuerdos son para Platón anteriores a la longitud, anchura, profundidad y fuerza de los cuerpos. Y el alma, como causa principal, es anterior al cuerpo mismo, según concluye Platón… “pues el alma es causa de los bienes y de los males, de lo hermoso y de lo feo, de lo justo y de lo injusto y de la totalidad de los contrarios, pues la hemos puesto como causa de todo” (Leyes 896c-e). Si estas ideas platónicas no son verdaderas, merecen serlo, al menos como ideales reguladores y metas posibles. Se non è vero è ben trovato, como dicen los italianos. ¿Acaso no obedece el cuerpo lo que manda la mente? ¡Malo, si son los caprichos del cuerpo los que nos obligan y no la razón, “piloto del alma”, la que ha de gobernarnos como se debe!

Mikaela Vergara se apunta a nuestro estímulo por recuperar el alma en esta sociedad que a veces nos parece desalmada, y casi todos los días nos revela en Radio Clásica su valor e importancia en su programa Músicas con alma. Y es que si esta palabra “alma” desapareciese de nuestro uso vivo nos resultaría incomprensible una buena parte de la gran literatura, de la buena música, del pensamiento religioso, de lo que ha sido el pálpito de la vida humana y humanizadora durante milenios. ¡Cierto, bajo esta expresión y la de su hermana, la voz ”espíritu”, se han ocultado demasiadas cosas diferentes y a veces demasiado obscuras! Sin embargo, eso no disminuye su interés, eso no rebaja el precio de "alma", más bien al contrario, pues hay en cada palabra un germen, unas posibilidades e impulso del pensar, una potencia activa de enlace, por eso vale el alma como fuente de metáforas y motor de emblemas y de figuraciones artísticas. Y, además, hay en esta hermosa palabra una herencia, una fuerza de proliferación que viene de lo profundo, de las raíces, una energía ora poética, ora heroica, ora profética: el secreto, misterio y enigma de su sentido, el sentir del alma.

Con esa voz, “alma”, se ha apuntado -como nos recordó Julián Marías- a algo que no ocupa lugar aunque fluya en el tiempo, algo que se supone y adivina, que repele o enamora, porque –según cantó Gil de Biedma- también el amor es cosa del alma por más que el cuerpo sea el libro en que se lea. El alma de los seres vivos es algo con lo cual se cuenta, aún sin poder meterlo en un matraz; en el alma anidan las preocupaciones, ilusiones, frustraciones, odios, vergüenzas, gustos, amores…; “y si nos privamos de la palabra ["alma"], lo más probable es que perdamos de vista eso latente que tanto ha importado y quedemos súbitamente empobrecidos y condenados a un inquietante primitivismo” (J. Marías, La educación sentimental, Alianza 1995).

Jorge Manrique, poeta que nació en el adelantamiento de Jaén como ha demostrado el profesor Domingo Henares, allá cuando el sol de la Edad Media declinaba, predijo la diligencia que pondríamos en hacer nuestra cara corporal más hermosa “si fuese en nuestro poder”…

“Si fuese en nuestro poder / tornar la cara hermosa / corporal, / como podemos hacer / el alma tan gloriosa / angelical, / ¡qué diligencia tan viva / tuviéramos cada hora, / y tan presta / en componer la cautiva, / dejándonos la señora / descompuesta!” (Coplas por la muerte de su padre, XIII).

Recordemos que el Alma debe ser Señora como en la copla de Manrique, pues de la armonía de "la mente", nombre moderno del alma, depende directamente la salud del cuerpo. Cuando murió don Francisco Giner de los Ríos, Antonio Machado, que había sido discípulo suyo en la Institución libre de enseñanza le dedicó al "Maestro de maestros de la España contemporánea" una famosa elegía. En ella, el poeta hacía hablar al espectro de don Francisco… “Sed buenos y no más, sed lo que he sido / entre vosotros: alma.”

Hagamos caso del consejo, estemos atentos al maestro para este año 2025, y para los siguientes, los años y horas que las almas guardianas del mundo nos concedan.

"Alma, alma agitada en penas sin remedio;
oponle el pecho y firme aguanta su emboscada.
Y ni, al vencer, presumas largamente,
ni, vencida, te hundas en tu casa quejándote.
Ríe las dichas, llora los males, sin excesos:
comprende el ritmo que sujeta al hombre."

Arquíloco de Paros (680-645 a. C.),
traducción de Juan Manuel Macías.

lunes, 3 de junio de 2024

CONATO

 



Por conato entienden los diccionarios el inicio de una acción que se frustra antes de llegar a su término. Nos parece perfecta esta difinición para atribuir "conato" a la faena siempre incompleta de existir como vivientes. No iré tan lejos, ni pintaré tan negra nuestra condición, para decir con Sartre que el humano es "una pasión inútil". No sabemos qué se juega el Señor del Todo en la vida de sus súbditos, ni siquiera si hay Señor o diseñador de lo enigmático e inmenso universal.

Sin embargo, es evidente que no hay vida que podamos considerar completamente acabada ni plena. Acabaremos nuestros días en este mundo dejándonos tareas inconclusas, amores perdidos, experiencias amagadas, libros por leer, maravillas por ver, verdades por descubrir, amigos por hacer... El gran Kant tuvo conciencia de la infinitud de la tarea moral y por eso postulaba, esperanzadamente, la posibilidad de un más allá. Pero cualquier destino ultramundano para el alma o el espíritu es poco probable e incierto. Así que nos agarramos a esta vida como a clavo ardiendo, arrastrando cada uno su cruz como el viejo de la estampa el haz de leña.

Ese conato, ese impulso interno de autoconservación y persistencia en la existencia fue para el filósofo Baruch Spinoza nada más y nada menos que la expresión de la naturaleza divina.

 El apego a la vida, el instinto de supervivencia o conatus, incluso el apego a una vida miserable, lo expresa con gracia inmortal Samaniego en una de sus fábulas: EL VIEJO Y LA MUERTE.


Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña
maldiciendo su mísero destino.

Al fin cayó, y viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la Muerte.

Armada de guadaña, en esqueleto
la Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de terror que de respeto,
trémulo le decía y balbuciente:

"Yo... señora... os llamé desesperado;
pero... - Acaba; ¿qué quieres desdichado?
- Que me carguéis la leña solamente."

Tenga paciencia quien se cree infelice;
que aún en la situación más lamentable
es la vida del hombre siempre amable:
El viejo de la leña nos lo dice.

En Spinoza, éticamente, el conato expresa el esfuerzo de cada ser para mejorar su condición, aumentar su poder, mejorar su excelencia haciéndose con las virtudes (buenas costumbres). Al conato o conatus podríamos llamarlo más rastreramente apetito. Percibimos, sentimos y apetecemos como seres vivos. Según Spinoza, los afectos positivos aumentan nuestra capacidad de actuar y -por decirlo así- fortalecen el conatus. Cree Spinoza que el conatus de cada individuo y cosa es parte del poder infinito de Dios para existir y obrar.

Como Spinoza, también Thomas Hobbes identificó el conato con la pasión que precede a la acción, pensando además que podría medirse. Esfuerzo, impulso, fuerza activa, cobran en filosofía un sentido metafísico, como el élan vital de Bergson.

Leibniz, por su parte, otorgó gran importancia al conato al afirmar que las mónadas poseen un principio de acción, lo que le permitió desarrollar una concepción dinámica de la realidad. Afirmó el alemán que lo que en el cuerpo es conato en la mente es afecto. Define el conato como "la acción de la que se sigue el movimiento si nada lo impide" (1). Leibniz tomó la definición de conato de la física de su tiempo y la trasladó a la psicología. 

En 1671 define la voluntad como "conato del que piensa" y en una carta a Arnauld del mismo año insiste: "el conato de la mente, esto es, la voluntad". Para Leibniz, la armonía es composición de conatos. La fuerza activa de los cuerpos envuelve un conato o tendencia a la acción. Y añade que en esto consiste propiamente la entelequia (ἐντελέχεια). La fuerza activa es doble: primitiva y derivativa, es decir, sustancial o accidental. A la primitiva la llamó Aristóteles ἐντελέχεια ἡ πρώτη (enteléjeia hê prótê), forma sustancial, principio natural que junto con la materia o fuerza pasiva constituye la sustancia corpórea, que es por sí misma una (2).

Esta entelequia-conatus es o bien alma o bien algo análogo al alma que obra sobre un cuerpo orgánico que sin ella no sería sino una máquina. Por su parte, la fuerza derivativa es lo que algunos llaman impetu, es decir, conato por que se modifica la fuerza primitiva o principio de acción. El conato es la fuerza futuriza o que tiende al futuro. Todo cuerpo tiene conato, es decir "el impulso (nisus) a cambiar de lugar de modo que el estado siguiente al actual se sigue por si mismo, por la fuerza de la naturaleza" (3).

Leibniz consideraba que las almas y en general las sustancias simples son indestructibles por medios naturales y sólo pueden comenzar por creación o por aniquilación. La muerte no es corte de guadaña, sino "envolvimiento" de formas sustanciales.


Notas
(1) G. W. Leibniz. Escritos filosóficos. Ed. Ezequiel de Olano, 2003, pg. 156 y nota 86.
(2) Ibidem, pg. 104.
(3) Pg. 566.



lunes, 23 de octubre de 2023

COMPLEJIDAD



“Las cosas son más complicadas de lo que la gente cree; la complejidad, como la simetría que la organiza, es un elemento de la belleza”. Estas palabras son de Marcel Proust (1871-1922), quien escribió una novela de cuatro mil páginas sobre “esa sustancia invisible del tiempo”, con el fin de sellar su vocación de escritor y con el propósito de salvar así las inútiles representaciones de su vida de señorito de “gran mundo” y de su existencia de enfermo crónico. El Tiempo es tan complejo que todavía no sabemos lo que es, aunque podamos decir de él que es un gran maestro que desgraciadamente acaba devorando a todos sus discípulos.

La vida misma es de una complejidad extrema que el gran artista Proust pretende imitar y sublimar poéticamente. Como Mozart, quien al final de la sinfonía Júpiter combinó cinco temas en contrapunto; por el contrario, la música primitiva es simple, monótona, repetitiva, aburrida para una sensibilidad musical formada. 

Igualmente, se puede decir que las concepciones fideístas o “ideológicas” del mundo son primitivas, precisamente por su monda simpleza, recalcitrante como los juegos infantiles. La repetición obstinada conforta al niño porque le da la sensación de seguridad, como un cuento de nunca acabar, tal es también en la vejez la necesaria y económica función del hábito. Las costumbres fijas son para el anciano como la tierra firme para el náufrago. En la repetición ilusoria nos conservamos. Repetición de juicios sin tener en cuenta situaciones y matices, es decir, la complejidad de lo real. Nos simplificamos adoptando ideologías, porque somos también lo que creemos. Esos "-Ismos" (independentismo, comunismo, socialismo, fascismo, cristianismo, budismo, nihilismo...) son los dogales de seda con que tanto los intelectuales como los pueblos suelen estrangularse.

Hoy nos parece infantil la simplista visión que nuestros antepasados tenían del universo: arriba, los dioses inmortales; abajo, los infiernos con sus calderas de Pedro Botero; nosotros en medio, hechos a imagen y semejanza del Creador. Cuando John Ray, talentoso hijo de un humilde herrero, llegó a Cambridge en 1644 se pensaba que minerales, vegetales y animales habían sido diseñados por Dios para satisfacer las necesidades humanas. Los seres naturales se clasificaban de acuerdo con sus relaciones con el ser humano según una perspectiva antropocéntrica: hierbas medicinales o malas hierbas, granos, pastos, frutales…; los animales se dividían según fueran comestibles o no, mansos o salvajes, útiles o inútiles para el trabajo. Además, estaba el contenido simbólico, heredado de los bestiarios medievales y las fábulas de Esopo, según los cuales la serpiente representa el mal, el águila la nobleza y el zorro la astucia, etc.

Madroños. 21 Noviembre 2009. Foto JBL.


John Ray, entusiasmado por la botánica, escribió un Catálogo de las Plantas de Cambridge (1660) en el que describió 626 plantas diferentes en un territorio bien reducido. Complejidad y diversidad fueron los problemas a que se enfrentaron Ray y sus colegas naturalistas. A medida que observaban, dibujaban y describían las plantas con detalle, encontraban que “el mundo de la creación” era más rico de lo que nadie hasta entonces hubiera imaginado. Además de las especies europeas, estaban las numerosas y formidables que los exploradores descubrían todos los días en otros continentes plagados de formas de vida desconocidas por la ciencia. Por si esto fuera poco, la invención del microscopio reveló un universo alucinante de diminutos organismos, invisible a simple vista.

El número de plantas creció desde unos pocos cientos en el siglo XVI a los miles registrados por John Ray en 1686. Los naturalistas buscaban un criterio objetivo para su clasificación y entonces recurrieron a las bases proporcionadas por la Academia antigua y su implementación aristotélica. Cuando Darwin leyó una traducción inglesa de Las partes de los animales de Aristóteles en el que el filósofo hablaba de la adaptación de los animales al medio, el padre de la Teoría de la Evolución comentó que los zoólogos de los tiempos recientes “no eran más que unos colegiales en comparación con el viejo Aristóteles”. Según la lógica del griego la clase que dividimos en cada nivel es el género y sus subdivisiones son las especies. Y estos “género” y “especie” siguen siendo los términos fundamentales que usa la biología para nombrar a un ser vivo: el género con mayúscula, la especie con minúscula, casi siempre con nombres tomados de raíces latinas o griegas. Por eso a la mariquita, un escarabajillo todavía frecuente en nuestros jardines y prados, se le llama Coccinella septempunctata, o sea Cochinilla de siete puntos.



Los seres vivos ya no se clasifican por su relación con el hombre, sino por la similitud de su estructura física, sus características formales intrínsecas y, más recientemente y con mayor precisión, por su código genético. Pues bien, a esta enorme e inabarcable complejidad de la vida, hemos de añadir en nuestro caso las diversidades de modos, sentires, pensares y comportares inventados por las culturas, más las particularidades e idiosincrasias que se derivan de los distintos niveles de educación de sus miembros en cada una de esas culturas.

Los humanos que hoy sobrepueblan el planeta pertenecen a una sola especie, a una misma raza podríamos decir, pero cada persona es única porque a su diverso temperamento más o menos innato se integra, mejor o peor, una doble naturaleza moral y mental que, al menos en parte, cada individuo elige a su arbitrio, como elije tatuarse, beber alcohol y hacerse fan de un club de fútbol o de lectura. La diversidad resultante es tal, tan prodigiosa y fascinantemente diversa, que Unamuno afirmó que cada persona es en realidad “especie única”. Vista una gallina, vistas todas; pero cada individuo es una formalización diferente e inalienable de lo humano. Por eso la comparación entre personas será siempre de mal gusto. De ahí la enorme tragedia de cada óbito, porque esa interpretación de humanidad personificada por el difunto es única e irrepetible.

Las limitaciones de etiquetaje de la condición humana, incluso si la reducimos simplistamente al criterio de orientación sexual, tal que sucede en una sociedad hipersexualizada como la nuestra, ponen en evidencia sus pretensiones reductoras porque sacrifican la complejidad de lo humano; dichas reducciones son miopes o ciegas para esta pluralidad, diversidad y complejidad real de nuestra naturaleza fisica y moral. Por eso a los colectivos de gays y lesbianas se han tenido que ir sumando otros en la popular sigla LGTBI, y al final no ha quedado más remedio que añadir un signo de suma (+) donde en verdad, y para no dejar a nadie fuera, debiera aparecer una lemniscata (∞), símbolo del infinito.

Si la naturaleza del tiempo y el espacio, de la materia y de la energía, ya constituyen un rompecabezas asombroso, a dicha complejidad hemos de añadirle la de la vida y sus reinos, que añaden un segundo nivel de embrollo y obscuridad; y a este lío, sumarle encima el de la cultura y su espontaneidad inventora (sublimadora o corruptora). Centrándonos en lo cultural en sentido antropológico, hemos incluso de añadir en nuestros días, al ámbito orgánico y cívico, un "tercer entorno" de complejidad en esa ciudad etérea o nebulosa de plataformas telemáticas y redes sociales... No sorprende que nos sintamos a veces perdidos en el complejo laberinto de estas realidades de pluralidad compleja, de diversidad infinita, que no siempre se conjugan entre sí armónicamente.


martes, 4 de julio de 2023

TEOLOGÍA

Cristalización JBL, 2020

 He conocido a varios teólogos, algunos versados también en física o geología, otro se ganó la vida como periodista; otro, alemán, estuvo emparejado con una traductora de Machado a su idioma... Mentes inquietas.

Más allá del pathos nihilista al uso, el filósofo germánico Peter Sloterdijk pretende recuperar el pluralismo premetafísico de las ficciones del mundo, aun admitiendo el parte vitalista o antropocéntrico de defunción de Dios, el "Dios ha muerto" nietzscheano; es decir, parafraseando a Sloterdijk: La esfera Uno, que integraba los absolutos Poder, Verdad y Bien, ha implosionado, pero quedan "las espumas que viven", o sea "nuevos ideales que vuelen más discretos" e incluso que resulten menos peligrosos, menos fanatizantes.

Pienso que Juan Huarte de San Juan en su Examen de Ingenios (Baeza, 1575) acertaba al afirmar que la mera consideración de las cosas divinas y celestiales, de los grandes ideales de Bondad y Justicia, nos elevan y al elevarnos hacia "lo celestial" nos hacen mejores. La Teología, el estudio pormenorizado de los avatares de lo sagrado o el análisis del concepto de lo divino, que no tiene por qué ser la idea de una superpotencia patriarcal ni la de un tirano monoteísta que justifica formas sectarias de violencia contra la mujer o el infiel, tiene un valor humanístico. El gran poeta y erudito Robert Graves dedicó muchas de sus fatigas investigadoras al estudio de la Diosa blanca mediterránea. Nuestras Vírgenes y sus romerías son el resto de aquellos cultos a divinidades fértiles. No se olvide que en el cristianismo más ordotoxo, e incluso en otros menos "católicos", Dios tiene Madre.

Además, muchas casuísticas metodológicas y heurísticas, concebidas como auxiliares para la resolución de contradicciones teológicas, han acabado sirviendo para afrontar problemas jurídicos, éticos o de otro tipo. De hecho, independientemente de que la prueba llamada a priori u ontológica de San Anselmo sea eficaz para mostrar la necesaria existencia de un Ser Perfecto o la perfecta existencia de un Ser Necesario, es verdad que compromete grandes cuestiones de lógica y ontología. No extrañe que algunos filósofos le hayan dedicado a esta prueba 'adversus insipiens' o "contra el ateo que dice "en su corazón" Dios no existe", espesos y rigurosos tratados. 

Lo mismo podría decirse de las famosas Vías de Tomás de Aquino, que no fueron concebidas como pruebas definitivas de la existencia de Dios -ni mucho menos del Dios trinitario y personal cristiano- sino como "itinerarios de la mente hacia Dios"... Reconozco mi debilidad por la Tercera Vía, la prueba que parte de la contingencia de todos los entes que percibimos y que ha merecido en nuestros días la crítica de un físico de altura como el británico Paul Davies.

Pensando en una disciplina tan aparentemente fuera del juego mediático y de los enredos biosofísticos como resulta hoy la Teología, me ha llamado la atención un texto del premio nobel Hermann Hesse, de su novela Bajo la rueda, cap. II: 

"En la teología ocurre igual que en otras cosas. Existe una teología que es arte y otra que es ciencia o que al menos se esfuerza en serlo. Así fue en la antigüedad y así es ahora, y siempre han escanciado los científicos el viejo vino en los nuevos odres, mientras los artistas, sin cuidado para algunos errores exteriores y perseverantes en sus concepciones, han sido el consuelo y la alegría de muchos. Es la vieja lucha desigual entre la crítica y la creación, entre la ciencia y el arte, en la que aquélla tiene siempre la razón sin que nadie saque de ello provecho y en la que ésta lanza al aire la semilla de la fe, del amor, del consuelo y de la belleza, hallando siempre la buena tierra donde fructifica. Pues la vida es más fuerte y la fe más poderosa que la duda"