El espíritu es una tercera intancia o estrato, cuerpo, alma y espíritu, el más etéreo o fantasmal con el que nos referimos a nosotros mismos. Mi espíriu no tiene por qué resentirse cuando me corto las uñas o me rompo un brazo. En cierto sentido, parece incluso más estable que el cuerpo. ¿Será eterno? Hay quien cree que sí lo es...
1. Para referirse a la respiración o procesos relacionados con ella (como la voz).
2. Para designar el aire que rodea al mundo material.
3. Para referirse al principio motor del movimiento animal.
En este último sentido, el pneuma aristotélico está implicado en el "calor vital" necesario para la vida y se considera sustancia sutil, parecida al aire o al aliento, pero esencialmente poseedora de la cualidad del calor, la cual se transmite a través del esperma para dotar a la descendencia de la capacidad de locomoción y ciertas percepciones sensoriales. Habrá quien vea en esta asociación del espíritu con el esperma un sesgo patriarcal o machista. Seguramente, pero la Academia atribuye a "pneuma" o "neuma" un género ambiguo, como a mar: el mar, la mar, el pneuma, la pneuma... Lo cierto es que el Espíritu no distingue sexos ni géneros porque "sopla donde quiere", como dice el evangelista de la luz.
Los peripatéticos creían que el Pneuma como principio innato (symphyton) es también ese aliento innato y cálido que se entrega al final de la vida terrenal con la última expiración, y Aristóteles incluso lo asemejó a los cuerpos etéreos y divinos de los cielos, siendo semi-divino o incluso inmaterial en cierto sentido, y diferente del fuego común en cuanto a su forma de preservar la vida.
El famoso médico Claudio Galeno (129-c.216) atribuye el concepto de pneuma innato a los estoicos y a Estraton de Lampsaco, el 2° director del Liceo. Tertuliano traducirá el pneuma por consitum spiritum, es decir, espíritu congénito.
San Agustín sentó las bases para el uso posterior del spiritus romano. Representaba la parte más íntima e intelectual del humano, el Yo El alma es un espíritu intelectual y racional. Los filósofos medievales refieron al espíritu en dos sentidos interrelacionados: teológico (referido a Dios) y antropológico (referido al alma humana). La voz latina Spiritus se empleó tanto para traducir el 'pneuma' griego como para el 'ruaj' hebreo. Dios es el espíritu por excelencia y antonomasia, concebido como sustancia inmaterial e incorpórea, principio activo, dador de vida y santificador. La escolástica influida por el neoplatonismo tendió a identificar el espíritu con el alma, elevándola a sustancia incorpórea, principio vital, racional e inmortal.
La filosofía idealista alemana puso al Espíritu (Geist) de moda. Sin duda se trata de un concepto romántico. ¿Tendremos todos espíritu o es cosa de unos pocos iluminados? ¿Después de aquellos grandes pensadores, habremos perdido hoy el espíritu? Lope de Bisejo se decía, muy cínicamente en su Diccionario del Ibiut, que el espíritu ya no había quedado sino para aroma de ciertas bebidas alcohólicas, llamadas por ello "espirituosas".
Kant entendió el Geist (spiritus) como un principio vivificante con una capacidad productiva más allá de la experiencia sensible, que activa la razón y expresa ideas estéticas y morales...
"Hay en el hombre un principio activo, no suscitable por ninguna representación sensible, ínsito en el hombre mas no como alma --que presupone un cuerpo-- sino acompañándolo como espíritu, a manera de una sustancia particular que mandara irresistiblemente sobre él según la ley de la razón ético-práctica, y que justificara o condenara al hombre en vista de su acción u omisión, en virtud de sus propios actos. Gracias a esta característica, el hombre moral es una persona, es decir un ser susceptible de derechos, que puede sufrir o cometer injusticia --con conciencia de ello-- y está sometido al imperativo categórico: libre en verdad pero, con todo, bajo leyes a las cuales se sujeta de suyo (dictamen rationis purae), y ejecutor de mandatos, [que considerados] según el idealismo trascendental, [son] divinos. Conocimiento de todos los deberes hmanos a manera de mandatos divinos." (XXII, 55, Opus postumum, Editora nacional, Madrid 1983).
Muchos insisten en que la espiritualidad no tiene nada que ver o muy poco que ver con la religiosidad en sentido tradicional, ni con dogmas y rituales de religiones positivas. Lo cierto es que el sentido de lo espiritual se ha transformado, evolucionando desde una adscripción predominantemente religiosa e institucional a un enfoque más personalizado, secularizado y experiencial, a la carta.
En las sociedades contemporáneas, marcadas por la secularización y el individualismo, la espiritualidad se concibe a menudo como un proceso de autoconocimiento y transformación personal. La meditación, el yoga y otras gimnasias de origen más o manos oriental, se han popularizado como herramientas espirituales. Tal espiritualidad se ofrece hoy como alternativa a la pérdida de sentido y se asocia a la recuperación o invención de nuevos valores.
Es curioso que de las tres personas de la Santísima Trinidad Cristiana, la tercera, es decir, el Espíritu Santo, sea la menos representada --tal vez por irrepresentable-- en la iconografía cristiana. Habitualmente, se la figura con una paloma blanca o un ángel, como en el momento de la Anunciación a María.
Se ha afirmado insistentemente la espiritualidad de Dios, pero otro problema es el de la divinidad del Espíritu. Históricamente, la Tercera persona divina, el Espíritu Santo, ha tenido sus enemigos. Así, los Pneumatómacos ("combatientes contra el Espíritu") negaban su divinidad y reducían el Espíritu a una criatura del Hijo o a un ser intermedio, similar a un ángel...
Los Padres Capadocios (San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa) condenaron este menosprecio del Espíritu Santo, difundido por el obispo Macedonio (de ahí "macedonianismo") en el Primer Concilio de Constantinopla (381 d.C.), en el que precisamente añadieron al Credo de Nicea: Creo..., "y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas".
También el arrianismo que negaba la divinidad plena del Hijo consideraba al Espíritu criatura de la criatura del Padre, negando su coeternidad y coigualdad con este.
Eso de que "el Espíritu habla", me encanta. Algo tiene de musa, pues, si hablando inspira.



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