lunes, 3 de noviembre de 2025

ESPÍRITU




Tres veces aparece la palabra "espíritu" en etiquetas de las entradas de este Diccionario Subjetivo, pero en ninguna de ellas se habla propiamente del espíritu, aunque sí de la trascendencia, de la ligereza y del alma. Algo tendrá que ver el espíritu con estas tres cuasicosas; tal vez sea trascendente, ligero y emerja desde las profundidades o desde las superficialidades del alma, si es que el alma existe.

El espíritu es una tercera intancia o estrato, cuerpo, alma y espíritu, el más etéreo o fantasmal con el que nos referimos a nosotros mismos. Mi espíriu no tiene por qué resentirse cuando me corto las uñas o me rompo un brazo. En cierto sentido, parece incluso más estable que el cuerpo. ¿Será eterno? Hay quien cree que sí lo es...

La palabra "espíritu" traduce en la tradición filosófica el término "Pneuma" (Πνεῦμα). Hace poco me preguntaba yo o se preguntaba mi espíritu si este término, que significa originalmente aliento, soplo (de donde viene nuestra palabra "neumático"), lo usó Aristóteles antes de que lo popularizaran pensadores estoicos y espíritus cristianos... Y sí, tras preguntarle por ello, la IA me dice que, aunque con un sentido menos preciso y extenso que en los estoicos, en los tratados de zoología del Estagirita (De generatione animalium y De partibus animalium), el término "pneuma" se usa principalmente en tres contextos:

1. Para referirse a la respiración o procesos relacionados con ella (como la voz).
2. Para designar el aire que rodea al mundo material.
3. Para referirse al principio motor del movimiento animal.

En este último sentido, el pneuma aristotélico está implicado en el "calor vital" necesario para la vida y se considera sustancia sutil, parecida al aire o al aliento, pero esencialmente poseedora de la cualidad del calor, la cual se transmite a través del esperma para dotar a la descendencia de la capacidad de locomoción y ciertas percepciones sensoriales. Habrá quien vea en esta asociación del espíritu con el esperma un sesgo patriarcal o machista. Seguramente, pero la Academia atribuye a "pneuma" o "neuma" un género ambiguo, como a mar: el mar, la mar, el pneuma, la pneuma... Lo cierto es que el Espíritu no distingue sexos ni géneros porque "sopla donde quiere", como dice el evangelista de la luz.

Los peripatéticos creían que el Pneuma como principio innato (symphyton) es también ese aliento innato y cálido que se entrega al final de la vida terrenal con la última expiración, y Aristóteles incluso lo asemejó a los cuerpos etéreos y divinos de los cielos, siendo semi-divino o incluso inmaterial en cierto sentido, y diferente del fuego común en cuanto a su forma de preservar la vida.

El famoso médico Claudio Galeno (129-c.216) atribuye el concepto de pneuma innato a los estoicos y a Estraton de Lampsaco, el 2° director del Liceo. Tertuliano traducirá el pneuma por consitum spiritum, es decir, espíritu congénito. 





San Agustín sentó las bases para el uso posterior del spiritus romano. Representaba la parte más íntima e intelectual del humano, el Yo El alma es un espíritu intelectual y racional. Los filósofos medievales refieron al espíritu en dos sentidos interrelacionados: teológico (referido a Dios) y antropológico (referido al alma humana). La voz latina Spiritus se empleó tanto para traducir el 'pneuma' griego como para el 'ruaj' hebreoDios es el espíritu por excelencia y antonomasia, concebido como sustancia inmaterial e incorpórea, principio activo, dador de vida y santificador. La escolástica influida por el neoplatonismo tendió a identificar el espíritu con el alma, elevándola a sustancia incorpórea, principio vital, racional e inmortal. 

Tras la recepción de Aristóteles (s. XIII), también se hizo corriente la definición del alma como forma del cuerpo. Al alma se atribuían facultades como el entendimineto y la voluntad independientes del cuerpo y libres. El Espíritu santo, tercera persona del Verbo se identificaba con el amor, identificado con Dios "por vía de voluntad". Es el Espíritu santo el encargado de otorgar al cristiano virtudes y dones. Entre las virtudes propiamente teologales: la fe, la esperanza y el amor (agape).

La filosofía idealista alemana puso al Espíritu (Geist) de moda. Sin duda se trata de un concepto romántico. ¿Tendremos todos espíritu o es cosa de unos pocos iluminados? ¿Después de aquellos grandes pensadores, habremos perdido hoy el espíritu? Lope de Bisejo se decía, muy cínicamente en su Diccionario del Ibiut, que el espíritu ya no había quedado sino para aroma de ciertas bebidas alcohólicas, llamadas por ello "espirituosas".

El concepto de Espíritu en los siglos XVIII y XIX trascendía la mera idea de alma o mente (psique). Se trataba de un principio activo, dinámico y autoconstructivo, abarcando tanto la mente individual como la totalidad de la cultura, la historia y la realidad. De hecho, el espíritu filosófico se multiplicó y tuvo crías políticas y etnológicas, porque no sólo se atribuía al individuo de buenos modales o altos ideales, sino que se reconocía un espíritu del pueblo o Volkgeist, un espíritu nacional, un espíritu cristiano y otro romano, un espíritu del barroco y otro de la Ilustración, etc.

Kant entendió el Geist (spiritus) como un principio vivificante con una capacidad productiva más allá de la experiencia sensible, que activa la razón y expresa ideas estéticas y morales... 

"Hay en el hombre un principio activo, no suscitable por ninguna representación sensible, ínsito en el hombre mas no como alma --que presupone un cuerpo-- sino acompañándolo como espíritu, a manera de una sustancia particular que mandara irresistiblemente sobre él según la ley de la razón ético-práctica, y que justificara o condenara al hombre en vista de su acción u omisión, en virtud de sus propios actos. Gracias a esta característica, el hombre moral es una persona, es decir un ser susceptible de derechos, que puede sufrir o cometer injusticia --con conciencia de ello-- y está sometido al imperativo categórico: libre en verdad pero, con todo, bajo leyes a las cuales se sujeta de suyo (dictamen rationis purae), y ejecutor de mandatos, [que considerados] según el idealismo trascendental, [son] divinos. Conocimiento de todos los deberes hmanos a manera de mandatos divinos." (XXII, 55, Opus postumum, Editora nacional, Madrid 1983).

En su Opus postumum, Kant también afirma que lo nuestro no es un espíritu infinito, sino un espiritu finito, que combina el impulso hacia la forma o hacia lo absoluto con un impulso hacia la estofa (Stoff, entramado de la materia) o hacia los límites (XXI, 76, ed. Félix Duque). Esta intuición de Kant me recuerda la distinción freudiana entre los impulsos inconscientes eróticos (creativos) y tanáticos (destructivos), un espíritu dividido entre la base terrenal a la que pertenece y la fiesta celestial a la que aspira, entre l'envie de boue (el ansia de lodo, que dicen los poetas malditos franceses) y las nubes bodelerianas, esas maravillosas nubes de la aspiración ideal o la gloria extramundana.

Para Fichte el espíritu es el Yo que se pone a sí mismo, la autoconciencia que, a través de la acción moral, crea y da forma al mundo. Para Schelling, la naturaleza es espíritu objetivado y el hombre naturaleza espiritualizada, es decir, cuerpo con fuerza productora consciente. En Hegel, el Espíritu es la realidad suprema, por lo que comprender la realidad es trazar la Fenomenología del espíritu, el modo en que el Espíritu, desde su pura Idea, deviene naturaleza, humanidad, eticidad, Estado (mayúsculo, dios en la Tierra) y otras formas absolutas o para sí, como las propias de la religión, del arte y de la filosofía, que son expresiones libres del espíritu, sensibles, sentimentales o pensadas, como las ideas, cuya lógica es la mente de Dios antes de la creación del mundo. Hegel cree que el Espíritu se autorrealiza en el devenir histórico humano (su siglo y el siguiente serán historicistas). Dilthey hablará de las Ciencias del espíritu para referir a los saberes de la cultura y de la historia, del arte y de la literatura.

Todo este mundo de espíritus vivientes fenecieron o nos abandonaron con el triunfo del materialismo y del positivismo durante la segunda mitad del siglo XIX y durante la totalidad del siglo XX, precisamente en una época, paradojas de la vida, en que se puso de moda el "espiritismo" que convocaba en los salones más ilustres a fantasmas de otras épocas. Hoy muy poca gente cree en el espíritu o --tal vez podríamos decir-- que poca gente goza de él ni mucho menos piensa en su cría, conservación o salvación. 

¿Cómo pensar en salvar el espíritu si ni siquiera se cree en su existencia? Nos movemos como meros cuerpos cuya salud y buen aspecto (look) es lo único que hay que preservar, y se consigue con buena alimentación y mucho ejercicio físico, prevención sanitaria y --no lo quiera Dios o la mala suerte-- fármacos y cuidados médicos si caemos enfermos. Si uno tiene medios, también puede acudir al cirujano plástico para que implante boca de mamona o naricilla graciosa donde hubieron napias de Cyrano. Hay incluso gente que, por motivos estéticos o eróticos, se arregla los labios de abajo, de la crica, o las arrugas del ano. 

Es verdad que si no se piensa en la salvación del espíritu, al menos se piensa en la salud de la mente, mens sana in corpore sano, pero sobre todo en su ausencia, esto es, en su enfermedad producida por la angustia o el estrés de la vida moderna. Se piensa la mente como centro logístico desde el que planificamos desplazamientos, producción y consumo, mucho consumo, hasta la consumación final. Contra las consecuencias del ansia y de las prisas, o del tedium vitae, se consumen analgésicos y drogas psicodélicas.

Tampoco la educación se entiende ya, tal como la contemplaba Hegel, como ascenso a la generalidad del espíritu universal y libre, sino como instrucción económica e ideológica, de modo que el alumno se integre, sea incluyente e incluido en el sistema obligatoriamente igualitario, buen ciudadano que pague impuestos y se muestre en todo momento higiénico y solidario. Los conceptos clave son diversidad, inclusividad y sostenibilidad.., de inputs y outputs relativos a humanas biomasas con sus mascotas respectivas, a las que también se supone alma, pero tampoco espíritu, o muy poco.

Se dice que la consideración del "espíritu" en las sociedades desarrolladas modernas es ambivalente y se caracteriza principalmente por un cambio de enfoque: se pasa de la religiosidad institucional a la espiritualidad individualizada y secular. Por tanto, el concepto de espíritu ya no se entiende primariamente en el sentido metafísico de los filósofos alemanes, sino en el contexto de la Sociología de la Religión y la Psicología como una dimensión de la persona que busca sentido, trascendencia y bienestar.

Muchos insisten en que la espiritualidad no tiene nada que ver o muy poco que ver con la religiosidad en sentido tradicional, ni con dogmas y rituales de religiones positivas. Lo cierto es que el sentido de lo espiritual se ha transformado, evolucionando desde una adscripción predominantemente religiosa e institucional a un enfoque más personalizado, secularizado y experiencial, a la carta.

En las sociedades contemporáneas, marcadas por la secularización y el individualismo, la espiritualidad se concibe a menudo como un proceso de autoconocimiento y transformación personal. La meditación, el yoga y otras gimnasias de origen más o manos oriental, se han popularizado como herramientas espirituales. Tal espiritualidad se ofrece hoy como alternativa a la pérdida de sentido y se asocia a la recuperación o invención de nuevos valores.




Es curioso que de las tres personas de la Santísima Trinidad Cristiana, la tercera, es decir, el Espíritu Santo, sea la menos representada --tal vez por irrepresentable-- en la iconografía cristiana. Habitualmente, se la figura con una paloma blanca o un ángel, como en el momento de la Anunciación a María.

Se ha afirmado insistentemente la espiritualidad de Dios, pero otro problema es el de la divinidad del Espíritu. Históricamente, la Tercera persona divina, el Espíritu Santo, ha tenido sus enemigos. Así, los Pneumatómacos ("combatientes contra el Espíritu") negaban su divinidad y reducían el Espíritu a una criatura del Hijo o a un ser intermedio, similar a un ángel... 

Los Padres Capadocios (San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa) condenaron este menosprecio del Espíritu Santo, difundido por el obispo Macedonio (de ahí "macedonianismo") en el Primer Concilio de Constantinopla (381 d.C.), en el que precisamente añadieron al Credo de Nicea: Creo..., "y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas".

También el arrianismo que negaba la divinidad plena del Hijo consideraba al Espíritu criatura de la criatura del Padre, negando su coeternidad y coigualdad con este.

Eso de que "el Espíritu habla", me encanta. Algo tiene de musa, pues, si hablando inspira.


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