GUERRA
“La otra mala traidora,/ cruel y muy enemiga,/ de todos males amiga,/ de sí misma robadora”.
Así empieza la Copla XXVI de Mingo Revulgo que comenta Hernando del Pulgar, secretario y embajador de Isabel la Católica. El glosador añade que la peor de las guerras es la que llama “intrínseca” y nosotros llamamos “civil”, porque no se guarda en ella amistad a quien debe ser guardada.
Pone el ejemplo de las discordias romanas cuyo dolor y llanto más grande, que llegó a los que vencieron, lo sintieron cuando fueron al despojo y uno hallaba el cadáver de su hermano, otro el de su primo, otro el de su hijo o el de un amigo, y así se les convirtió el placer de la victoria en llanto y tristeza, “viéndose homicidas de su propia sangre”.
De donde podemos creer –concluye Pulgar- "que gana más el caritativo con la concordia, que alcanza el guerrero con la discordia en que le pone su codicia”.
Y peor aún…, cuando la discordia y la división se generalizan en el campo, en las ciudades y en las casas, aún dentro de sí mismo se hace la guerra el hombre, en el espíritu de cada ser humano combaten sentimientos y rencores.
La guerra es tan mala -dejó escrito Erasmo de Roterdam-, que la hacen mejor los peores.
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