domingo, 3 de abril de 2016

SOÑAR

"¿Qué es uno? ¿Qué no es uno?
Sueño de una sombra,
el hombre"

Píndaro


Uso el infinitivo "soñar" en lugar del sustantivo "sueño" porque este es ambiguo. Decimos en español "he tenido un sueño" y "tengo sueño" para referirnos a cosas distintas. Los franceses distinguen entre sueño como representación onírica, rêve, y el hecho de tener sueño, avoir sommeil, y cuentan con esa otra preciosa palabra, reverie, ensoñación, fantasía, ensimismamiento, que usó Rousseau en el título de uno de sus ensayos. 

Las tres teorías más plausibles sobre por qué soñamos pueden ser sintetizadas en pocas palabras:

  1. Para purificar la mente de deseos o impulsos inconscientes, eróticos o tanáticos (Freud).
  2. Los sueños son advertencias o llamadas de atención que el inconsciente hace a la conciencia y expresan los arquetipos de un alma común y primitiva (Jung)
  3. Los sueños son alcantarillas a través de las cuales nos libramos de la basura de la memoria durante el descanso de la conciencia (Francis Crick).
Dejo de lado la importante función cultural, premonitoria, de inspiración artística o de incubación científica o filosófica que han tenido históricamente los sueños. El lector curioso puede profundizar en ello leyendo el magnífico libro de Jacobo Siruela, El mundo bajo los párpados, que resumo en mi entrada Luz en las tinieblas.

***

Recogeré aquí un asombroso texto de Fernando Pessoa, del Libro del desasosiego (123), aunque en él, el gran escritor, bajo el apócrifo de Bernardo Soares, se refiere más a las criaturas del insomnio, que a las del sueño profundo

Explica el portugués que quien quiera contar con un catálogo de monstruos no tiene más que fotografiar lo que la noche trae a las almas insomnes: son como murciélagos que planean sobre la pasividad del alma o como vampiros que chupan la sangre de la sumisión...

"Son larvas del declive y del desperdicio, sombras que llenan el valle, vestigios que quedan del destino. Unas veces son gusanos, nauseabundos para la propia alma que los alimenta y cría; otras veces son espectros, y rondan siniestramente a nada; otras veces, también, emergen culebras de los antros absurdos de las emociones perdidas.
"Lastre de lo falso, no sirven sino para que no sirvamos. Son dudas del abismo, echadas en el alma, que arrastran arrugas somnolientas y frías. Duran humos, pasan rastros, y no hay más que el haberlo sido en la substancia estéril de haber tenido conciencia de ellos. Uno u otro es como pieza íntima de fuego artificial; chisporrotea un rato entre sueños, y el resto es la inconsciencia de la conciencia con que lo vivimos."

Y, desasosegado, concluye el poeta: 

"Cinta desatada, el alma no existe en sí misma".
¿Estamos hechos de verdad de esa sustancia etérea, la sustancia de los sueños -como dice Hamlet recordando los versos de Píndaro con que encabezo esta entrada? Y si somos sueños, ¿son propios o de Otro? 


τί δε τις; τί δ'οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος 

Πίνδαρος


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