viernes, 21 de agosto de 2015

Progreso

Carta a Salvador Solé sobre la quimera del progreso

Con "progresismo" no me refiero a la voluntad individual o política de hacer mejor las cosas o reformar para bien lo que hay. A eso debiéramos llamarlo tal vez "perfeccionismo", "reformismo", o simplemente: "trabajo bien hecho", que suele ser el trabajo hecho con amor o por amor. Por "progresismo" me refiero  a ese "determinismo eufórico" según el cual basta querer para ser, o es suficiente innovar para mejorar, o basta con revolucionar para justificar; o me refiero al prejuicio según el cual la vocación humana incluye en sí la capacidad para elevarse sin que medie esfuerzo, conservación, adaptación y educación.

Lo más cierto e irrefutable es, sin embargo, lo que muchas teologías han llamado Caída. O sea, que el hombre sólo puede levantarse con Dios y ayuda. Más trabajo y talento -añadiría yo-. "A Dios rogando y con el mazo dando"... Si te da vergüenza oír el nombre de "Dios" (en vano, como casi siempre), escribe en su lugar Suerte, Azar, Naturaleza, Cultura, Logos, Gracia, Destino, Fortuna, Dioses inmortales, Energía, etc. También hay quien piensa -como Ciorán-  que de la Caída en el tiempo el hombre no puede levantarse de ninguna manera. Sólo nos queda blasfemar, llorar o gemir con gracia.

Compara, Salva, el cine efectista, vacío de ideas, trajinado únicamente con furia y velocidad, que triunfa hoy, con el cine norteamericano de los años 60, repleto de grandes actores y actrices, formidables guiones, bandas musicales originales, nobles ideales morales. Compara los poemas de Garcilaso con la poética prosaica y extravagante à la page... ¿Hay progreso en el arte? Más bien pasa con la vida del arte como con la vida de las culturas y de los pueblos e individuos: tiene su juventud épica, su juventud lírica, su madurez trágica o didáctica, y luego los artistas se vuelven viejos verdes o gruñones, aburridos o añorantes, en decadencia medicamentada.

El progresismo apenas hace pie, para no ahogarse, en la carrera tecno-científica o mercatil-militarista, que nada tiene que ver con el bien, la verdad o la belleza, auténticos ideales de Civilización y Cultura con mayúsculas, pues es de todos sabido que la tecno-ciencia puede usarse para bien o para mal, para confesarse o para engañar, para producir cosas hermosas o bodrios y horrores. Ingenios electrónicos, cachivaches telemáticos, nuevas pulseras para el siervo moderno, "la atenazadora levedad de un delirio onírico" -escribe López Tobajas-. No tienes más que recordar la Alemania de Hitler, el país más avanzado tecnológicamente en aquel momento, o la URSS de Stalin, capaz de competir con los artefactos de destrucción y espionaje made in USA.

Tampoco me uno al prejuicio según el cual todo cambio es a peor, ese "determinismo aciago". No me hallarás ni neófilo ni neófobo. No estoy de acuerdo con J. M. de Prada (lúcido pero retrógrado recusador de la modernidad), que no ve en el mito del progreso más que una quimera maligna y un "grotesco determinismo eufórico". Negar la idea proversiva de progreso de la humanidad es dejar sin nervio creador a toda la modernidad, esa ilustración democrática y científica que a Occidente le gustaría imponer, con razón, a todo el resto del mundo.  

Pero comparto algunas de las objeciones que formula Agustín López Tobajas en su Manifiesto contra el progreso, 2005. Lo peor tal vez sea que damos por hecho que el crecimiento y el desarrollo económico, productivista-consumista, son mejores que el enpequeñecimiento, la austeridad y la costumbre. El absurdo es que creamos que salimos de la "crisis" sólo cuando se venden más coches. O qué pensemos la crisis únicamente en términos económicos. 

No obstante, son innumerables las especies vivientes que se han achicado, enqueñecido, para conservarse mejor, pero, como enfatizan la mayoría de los evolucionistas, ni siquiera la evolución puede entenderse como un sobrevivir de los mejores, como una orto-génesis, como un cambio hacia mejor, como un progreso. 

¿Es mejor ser mosca que mamut? La primera sigue molestándonos en verano, el segundo dejó de alimentarnos hace tiempo. La evolución es sumamente oportunista, y la necedad, la fealdad, la inarmonía, el parasitismo y la crueldad tienen en ella su oportunidad, y muchas veces resultan más adaptativas que el equilibrio, la belleza, la armonía, la excelencia o el talento. "Bicho malo nunca muere", dice el adagio popular. "Vive y reprodúceme, luego muere": ese parece ser el único imperativo categórico de esas misteriosas semillas de la vida, los genes. Eso al menos dice Dawkins, ateo de referencia. Si sólo puedes sobrevivir comiendo caca, come mierda; si sólo chupándole la sangre a otros, chupa; si escondiéndote bajo tierra en el reino de las tinieblas, vuélvete ciego, etc. 

De hecho, estimado amigo Salva, y como sabes por experiencia, la sensibilidad o la inteligencia superior no adaptan, sino más bien al contrario, excluyen y son castigadas, perseguidas, cuando no eliminadas del tono mediocre y del ritmo cansino en la melodía de la masa social viva, tono en el que se escribe la partitura de la vida humana conservable y conservada.  

He aquí una paradoja que da que pensar, el progreso como evolución es mera conservación, y no de lo mejor, ni de lo más bello, ni siquiera de lo más verdadero, pues ya sabes, porque como yo también tú la tienes próxima, que la fuerza política o persuasiva más poderosa de todas es la mentira.

Quedo por completo a disposición de tus irónicas o sarcásticas objeciones.