miércoles, 24 de junio de 2015

AMISTAD


"Amistad", "Verdad", "Bien" o "Justicia"..., nombres de Dios -diría un realista*-, nombres divinos -diría un nominalista-, ninguno de los cuales debiera pronunciarse en vano. Y es que la amistad, como el amor, exige cierto misterio.

Bajando del cielo a la tierra, o de la idealidad a la necesidad, o bien ascendiendo desde las profundidades donde se celebran los cultos esotéricos hasta la superficie ramplona de las cosas, tendríamos que decir sobre esta importante relación humana, la amistad, lo que sentenció Publilio Siro: que más amigo granjea la buena mesa que la inteligencia.

Los griegos -me refiero a los antiguos, aquellos generosos inventores de toda objetividad- ya lo sabían e hicieron del simposio, del banquete, un ritual de amistad adobado de especias, música, discursos y vino.

Hacen bien las madres en preocuparse por las juntas de sus hijos, porque uno es definido, conocido y conformado, por los amigos que tiene. Dime con quien andas y te diré qué ser pretendes. Si uno anda con los buenos, acaba bueno, porque sólo podemos perdurar como personas en esa interacción simbólica con los prójimos (próximos).

Evitemos no obstante los cursis empalagos de la amistad y el agobio del latoso, ese con el que ni puedes elegir soledad ni ganas verdadera compañía. Y es que cada amistad, como cada planta específica, requiere cuidados especiales, como aquella que si la riegas mucho se ahoga, y si poco, es seca.

Si la amistad pretendes
que sea durable, 
visita a tus amigos
de tarde en tarde.

No está mal llevarse un poco bien con mucha gente y entregar tu corazón del todo a nadie. Es lo que recomienda Marcial. De ese modo, puede que te lleves menos alegrías, pero también sufrirás menos desilusiones y pesares. Pues como canta la prudencia popular:

Amiga, la amiga
amiga del corazón,
la más amiga la pega
en llegando la ocasión

El exceso de confianza mata al varón y a la mujer y, a veces, da asco. Mantener la distancia no es tarea fácil, porque cada cual requiere su distancia, como cada toro su lidia. Verbigracia, si queréis estar en buenos términos con vuestros amigos, haced como si no los conocierais a fondo. 

No cabe duda de que el amor está sobrevalorado frente a la amistad. Tengo por cierto que las relaciones felices y estables se basan más en una amistad cómplice y tranquila que en una violenta pasión amorosa, bien es verdad que resulta importante que funcione..., digamos, la infraestructura sexual, para que una amistad sea firme asentamiento de un feliz matrimonio. 

Es sabido -desde Platón- que los apetitos no siempre congrúen con las emociones o las razones. Dicho en plata: se puede desear a quien no conviene desear, se puede desear a quien no amamos, se puede amar a quien no nos conviene y a quien no deseamos, etc. Es difícil poner paz entre las partes del alma. Y de un ánimo en conflicto conviene huir como de una peste. 

Seguro es que algo mejor andaría el mundo si el arte de la amistad tuviera para los hombres más importancia que el ars amandi. Y es también un prejuicio vincular la amistad solo con los sentimientos, como si no dependiese para nada de la voluntad, del hábito decidido y, en fin, de la libertad de escoger que puede ganar el hombre razonable.

Hay quien se queja de que la amistad, como la rosa, tenga también sus espinas. Bueno es que las tenga el amor -piensan- que es una flor, pero no la amistad, que es una hortaliza. Tal vez aludan con ello a la utilidad que puede acompañar legítimamente, como el placer, a la verdadera amistad, esa que consideraba Aristóteles la excelencia política de los mejores, la virtud que consagra el civismo.

Nosotros estamos más bien con Campoamor, poeta filósofo minusvalorado en España, porque ser profeta en esta tierra es doble de difícil que en tierra alguna. Acordamos con la sensatez de Campoamor en sus Doloras, quien desconfió del flechazo y la pasión apostando por la relación larga, leal y gustosa:

¡Pérfido amor, y cuál huye
tras los primeros momentos
del ardor! 
¡Santa amistad, que concluye
por cumplir los juramentos
del amor!

* La palabra "realista" se usa aquí en el sentido filosófico de alguien que da ser sustancial, formal y material, al universal o al ideal.

nota bene
Este texto ha sido compuesto con las notas que sirvieron a su autor para un brindis, tras los postres en un banquete de amigos (2015).

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